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El olmo de El Rasillo de Cameros parece estar a salvo. A finales de junio se le detectó grafiosis, enfermedad que hizo temer seriamente por su vida. Había esperanza, pero la realidad no era halagüeña. «No se conocen casos de otros árboles que se hayan salvado», reconoce Jesús Llaría, ingeniero de Montes, jefe del Servicio de Gestión Forestal del Gobierno de La Rioja y vecino de El Rasillo, que fue quien detectó la enfermedad en el árbol el 25 de junio. A día de hoy, el olmo parece haber resistido y superado la grafiosis, frente a otros olmos de Ortigosa, Nieva y todo el valle del Iregua, igualmente afectados.
«Entrado ya en su fase otoñal, no hay síntomas aparentes de la enfermedad. Nos sorprendió que tuvo algunas hojas amarillentas, pero es por el clima, la sequía», describe Jesús Llaría. La clave para la salvación del declarado Árbol Singular de La Rioja, con más de 400 años de antigüedad y convertido en un símbolo del pueblo camerano, ya no solo con valor natural sino sentimental e histórico, fue la detección precoz y el tratamiento prematuro. «Si lo vi un sábado por la tarde, el domingo por la mañana ya estábamos podándolo», recuerda Llaría. El vector de la enfermedad, un hongo, lo transmite un escarabajo. Además de la poda preventiva, se inyectó un producto en el sistema vascular para repeler al insecto. Y es que la grafiosis bloquea la circulación de la savia y provoca el marchitamiento de las hojas. «Hubo que cortar por lo sano para evitar que volviera a afectarle y tuvimos éxito a pesar de tener todo en contra, porque es una enfermedad más virulenta en primavera, con sequía y en árboles viejos, pero ha habido suerte», celebra Llaría.
La salvación del olmo, que Llaría no asegura al 100% pero, quizá, sí al 90% –«Hay que ser cauto, a veces el hongo está latente, sin manifestarse, y luego entra en acción», apunta– supone un alivio para todo el pueblo. «Es el único ser vivo que hay en El Rasillo desde hace cuatro siglos, ha sido testigo de bautizos, comuniones, bodas y defunciones. Aquí se le tiene mucho cariño. Este verano he visto mucha gente sentada frente a él. Muchas mañanas he coincidido con el alcalde, contemplándolo al amanecer», afirma Llaría. Es más, también ha podido haber un componente telúrico en todo este proceso estival de tratamiento, guarda y sanación del árbol. «Creo que la naturaleza ha notado la preocupación, el amor de la gente por el olmo y nos ha ayudado a salvarlo», considera Llaría. La guerra no ha terminado, pero se ha ganado la primera batalla. O una más porque, en realidad, el olmo está podrido por dentro. «Otro milagro de la primavera», que escribió Antonio Machado.
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