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Diecisiete mariposas, dos libélulas y varios saltamontes, entre otros insectos, fueron catalogados en la mañana de este sábado en Sojuela durante una salida didáctica de un par de horas organizada por la Asociación para la Defensa del Medio Ambiente de La Rioja (Ademar) en colaboración con el Instituto de Estudios Riojanos y el Ayuntamiento. El recorrido transcurrió por los primeros kilómetros de la Senda de las Neveras y completó uno nocturno anterior. Y es que en el término municipal de Sojuela, tal y como confirmó el proyecto 'Lepisojuela', se encuentra el 50% de la mariposas diurnas de la península ibérica y el 75% de las de La Rioja, así como el 35% de las nocturnas.
Salvador Peñalva, Tomás Latasa y Andrés Garzón, miembros de Ademar, tutorizaron la salida en Sojuela, igual que días atrás celebraron otra en Villoslada. «En una vegetación de ribera y de robledal hemos encontrado diecisiete especies de mariposas, lo que corresponde a lo normal. Otros años hemos encontrado más, pero con los precedentes meteorológicos es normal. Es un buen resultado. Así estamos siendo notarios de la naturaleza», declara Tomás Latasa. Aunque en Sojuela se han hallado casi 700 especies, la catalogación de ayer apenas fue de dos horas pero sirve para comprobar el estado de la biodiversidad. Y es que las mariposas son un termómetro del estado de la naturaleza y sus ecosistemas. Si las hay, cuanto más y más variadas sean las especies, en mejor estado estará el medio ambiente, aunque la fuerte sequía del año pasado no haya permitido todavía regenerar la zona de la Sierra del Moncalvillo.
Las mariposas más abundantes fueron la ícaro de dos puntos y la lobito jaspeado, aunque también se divisaron la medioluto, la mostaza y la aegeria, entre otras. «Me ha extrañado la poca cantidad de ejemplares de mediolutos. Hay muy poca abundancia, no hay muchos efectivos de las especies», valora Latasa.
Pero no solo se divisaron mariposas, también libélulas como la 'sympetrum fonscolombii' y la 'cordulegaster boltonii'. «Una nos ha acompañado casi todo el viaje, parecía que tenía ganas de quedarse con nosotros», cuenta como anécdota Latasa. Incluso se detectó un saltamontes negro cuyo nombre desconocían los expertos. «Tenemos la esperanza de sembrar futuros científicos, por los conceptos que van aprendiendo los chavales, y espero que destaquen en Ciencias de la Naturaleza en el colegio», confía Latasa.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
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