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El campus veraniego de multideporte del Náxara ya va por su novena edición y, como una de las propuestas más destacadas, sesenta de los niños participantes, de 6 a 14 años, durmieron el jueves, en tiendas de campaña, en el estadio de La Salera, ubicado ... en la montaña. La iniciativa surgió a petición de los críos.
«Estar aquí los 60 juntos es de las mejores cosas de todo el verano, antes de dormir jugamos a polis y cacos por las laderas y es muy divertido», cuenta Zhao, un chaval de 14 años que ya ha vivido la experiencia en estíos anteriores. A lo largo de las cuatro semanas de campamento, la noche en La Salera se repite dos veces, para que nadie se la pierda.
«Realmente, apuntados hay más de 250 niños, pero a la acampada, que es opcional, han venido 60», explica Miguel, que es el responsable de esta actividad. La energía de los muchachos parece infinita ya que, a pesar de haberse pasado todo el día haciendo deporte o nadando en las piscinas, siguen con ganas de más. Muchos de ellos corretean por las faldas del monte y, los típicos bromistas, asustan a sus compañeros de aventuras.
«Acabo de ver a un lobo ahí arriba», proclama uno de los más mayores señalando al bosque. Mientras los chavales disfrutan de estas triquiñuelas, los monitores controlan que todo esté bien. Acaban de cenar los diez juntos y, entre el buen ambiente generalizado, recuerdan viejas anécdotas de cuando eran ellos los que estaban al otro lado. Porque la mitad de la decena de responsables, antes de frailes, fueron monaguillos. La pervivencia en el tiempo de este popular campamento ha permitido que varios najerinos pasasen de acampados a instructores una vez cumplida la mayoría de edad.
«De aquí guardo muy buenos recuerdos y espero que los niños de ahora digan lo mismo cuando lleguen, en un futuro, a nuestra situación», asegura uno de los encargados. Para Cayetana, Carmen, Leire, Carla y Sara, amigas de entre 9 y 11 años, la acampada «es lo más guay del verano». Aunque ellas también disfrutan las actividades diurnas, como los partidos de baloncesto, las carreras de obstáculos o la guerra de pintura. «Pero si nos portamos mal, los monitores nos mandan hacer flexiones, no es justo», dicen riéndose, linternas en mano, antes de una velada que promete ser inolvidable.
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