Una de las paradas obligatorias cuando alguien está visitando la ciudad de Nájera es el monasterio de Santa María la Real, ese monumento del siglo XI que muchos najerinos describen como «el corazón de Nájera». Un corazón lleno de historia que entre sus muros alberga ... cantidad de tesoros de tiempos pasados, y que tiene su origen en una leyenda del rey Don García que los najerinos conocen de pe a pa: la del halcón, la cueva y la Virgen.
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Muchos visitantes que acuden al monasterio de Santa María la Real escuchan o leen por primera vez esta historia en la misma cueva donde se cuenta que Don García encontró la imagen de la Virgen mientras estaba de caza, y sobre la cual mandó construir el monasterio que hoy pisan Julio, Amaia e Imanol, padre e hijos logroñeses que descansan en uno de los bancos de la iglesia de Santa María la Real. Julio explica que él ya conocía el monumento, pero sus hijos no y por eso ha querido traerlos hasta Nájera. «Teniendo un tesoro como este a dos minutos de casa quería que lo conocieran, y aunque no estaban muy por la labor de venir, creo que ha merecido la pena», admite Julio, e Imanol corrobora que la visita le «ha gustado mucho, sobre todo la parte donde está la Virgen», la cueva, aunque reconoce que en cuanto a la leyenda le surge «alguna duda».
A Jesús, soriano residente en la capital riojana, le pasa como a Imanol, y no se termina de creer esa leyenda que da origen al monasterio najerino. Jesús, que es la primera vez que admira el monasterio por dentro, pasea por la cueva de la Virgen junto a unos amigos, y se detiene a contemplar la talla del Niño Jesús y su madre. Lo que más ha sorprendido a este visitante soriano es que el interior del monasterio no es como se esperaba, «está todo muy adornado, parece un cuento». El Claustro de los Caballeros es el espacio que más le ha gustado a Jesús, y donde uno de los elementos que más ha captado su atención ha sido «el sepulcro de Diego López de Haro y de su esposa Toda Pérez», que se encuentra justo al lado de la entrada a la iglesia.
Precisamente por ese claustro pasea el que seguramente sea el más veterano de los visitantes que ha recibido estos días Santa María la Real: Jesús, najerino de 101 años que, por tercera vez en pocos días, acude al monasterio acompañado de su hija. «Hacía mucho que mi padre no salía de casa, salimos la semana pasada, y cuando vio Santa María abierta quiso entrar. Lo vio todo tan cambiado y tan bonito que le entusiasmó», y aquí están otra vez, caminando sobre unos suelos que Jesús se conoce como la palma de su mano. «Yo me he criado aquí, veníamos a la escuela de los frailes», cuenta Jesús, que con sus 101 años rememora y cuenta muchas de las historias que se esconden tras los muros del monasterio, incluido el coro, uno de sus lugares favoritos, pero que no está abierto a estas visitas.
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Está claro que no hace falta ser de fuera ni visitarla por primera vez para que Santa María la Real cause ese efecto de emoción cuando uno cruza sus puertas.
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