El Monasterio de Santa María la Real de Nájera busca ser Patrimonio de la Humanidad

Cluny Ibérica agrupa al conjunto de lugares de culto que en su día estuvieron regidos por la orden cluniacense. Surgida en Francia, esta orden fue durante la Edad Media uno de los mayores poderes de la cristiandad, con sede en la abadía homónima de la Borgoña gala. Su influencia llegó a Nájera en el siglo XI, cuando el Monasterio de Santa María la Real pasó a estar controlado por los cluniacenses.

«Desde la Abadía de Cluny tenían la política de abrir diferentes 'franquicias' por toda Europa, desde Polonia hasta Portugal, pasando por Escocia o Tierra Santa; y la de Nájera era una de las más importantes junto a la de Carrión de los Condes», explica Jesús Robles, de Cluny Ibérica. «Hasta comienzos del siglo XVI esta orden gestionó Santa María la Real e impuso algunas costumbres, como el uso del Rito Romano en las misas, cuya influencia se extiende hasta nuestros días», detalla Robles.

Este período de la historia del Monasterio resulta muy desconocido entre los najerinos de hoy en día, a pesar de haberse extendido durante más de 400 años. «Normalmente, cuando uno oye hablar de Santa María, lo vincula con el Rey Don García o la leyenda de su fundación, pero de ahí en adelante se abre una etapa muy interesante que la mayoría desconoce, la etapa cluniacense», afirma Joaquín García, secretario del Patronato que gestiona el templo.

Es por ello que, el próximo 28 de octubre, hay programada una reunión entre Ayuntamiento, Patronato, Escuela de Patrimonio y Cluny Ibérica para tratar el ingreso del Monasterio en la asociación. De lo que salga de ahí dependerán las opciones de que Santa María pueda ser Patrimonio de la Humanidad en un futuro, forme parte de un itinerario europeo de sitios cluniacenses o reciba fondos para digitalizar las visitas a Santa María, entre otras ventajas posibles.

Curiosamente, toda esta situación difícilmente podría haberse dado sin la colaboración de un najerino enamorado de su ciudad, que ha hecho de intermediario entre las partes. Se trata de Sergio Ortiz, cuya insistencia ha contribuido a que el Patronato y el Consistorio decidieran agilizar el asunto, después de varios años de conversaciones. «El pasado invierno visité Frómista, en Palencia, donde coincidí con Jesús Robles, que me explicó la increíble importancia de Nájera dentro de la Orden de Cluny y la posibilidad de ingresar en la asociación con sus incontables beneficios», relata Ortiz.

Como najerino comprometido con la causa, él le insistió a Joaquín García para que estudiara el tema y también acudió al último pleno del Ayuntamiento para darlo a conocer entre la Corporación al completo. «Ser Patrimonio de la Humanidad creo que sería un sueño para todos, desde que conozco la posibilidad no he dejado de hablar con historiadores sobre la etapa cluniacense y espero que ahora los que toman decisiones se pongan de acuerdo para que salga adelante», remata Ortiz desde su humilde papel de intermediario.

Joaquín García, cuya opinión resulta fundamental como secretario del Patronato, se muestra encantado de formar parte de Cluny Ibérica. «La vinculación entre Santa María y la orden cluniacense es patente y manifiesta; fue una relación de más de cuatro siglos que, si bien entró en decadencia durante la etapa final, resulta significativa en la historia de Nájera y de La Rioja en general», sentencia García. A lo largo de aquellos años medievales, Santa María albergó a una media de entre 10 y 18 monjes fijos, que siguieron estrictamente las pautas marcadas desde Francia, aunque la relación terminó rompiéndose.

«Se dio la típica situación de que ordenaban lo que había que hacer aquí desde la abadía francesa, lo que acabó causando rechazo y desprecio a la autoridad», describe Jesús Robles sobre la ruptura. «Además, hubo muchos litigios y peleas internas entre los monjes del Monasterio y la diócesis, que en aquellos años tenían la sede en el mismo lugar», añade Joaquín García sobre el fin de la etapa cluniacense. Poner en valor tan crucial época, sin despreciar las demás, es lo que ahora busca Cluny Ibérica.

«Queremos enriquecer Santa María, al igual que hemos hecho con otros templos que se han sumado hace poco a la asociación, como Oña en Burgos o San Juan de la Peña en la provincia de Huesca», expone Robles. Dejando a un lado la prestigiosa lista de la Unesco, la idea es que Santa María juegue un papel clave a la hora de celebrar congresos o rutas sobre la orden cluniacense. «Incluir a Nájera, junto al resto de sitios, dentro de los conocidos itinerarios culturales españoles y europeos sería un gran impulso para el turismo y el conocimiento de su importancia histórica», concluye Robles.