El 'Monasterio de la luz' quiere volver a deslumbrar

En ese sentido se pronunciaba la propia madre abadesa del cenobio, Sor Esther, que confirmaba que están manteniendo conversaciones con el responsable de la Dirección General de Turismo del Gobierno de La Rioja, Ramiro Gil, «porque la intención es poder volver a abrir el monasterio a las visitas». No obstante, matizaba que «aún tenemos que cerrar algunas cosillas para llegar al acuerdo».

Lo que sí desmentía la responsable de la comunidad son los rumores sobre el abandono del monasterio por parte de las cuatro religiosas que lo habitan, señalando que «eso son cosas que la gente dice, pero mientras no me diga a mí la superiora mayor algo al respecto, aquí seguimos».

Desde la citada Dirección General también confirmaban las conversaciones que se están llevando a cabo, indicando que «se están manteniendo reuniones con la responsable de la comunidad religiosa que habita y regenta el monasterio para tratar de llegar a un entendimiento y poder reabrir a las visitas». Sin embargo, no se atrevían a pronosticar cuándo podría ser esa reapertura, «aún no sabemos cómo será la colaboración entre ambas partes y por lo tanto no se sabe cuándo se volverá a abrir».

La abadía cisterciense es una de las primeras que se fundaron en España. Don Felipe Díaz de Haro, IX señor de Vizcaya, y su esposa doña Aldonza Ruiz de Castro donaron en el año 1170 las villas de Cañas y Canillas a las monjas del monasterio de Hayuela para que fundaran una abadía en este lugar.

Según indican desde el propio monasterio, su construcción se hizo paulatinamente, con tres etapas claramente diferenciadas. La románica, de la que apenas quedan vestigios, la gótica que correspondería a parte de la iglesia y sala capitular, fechadas en la segunda mitad del siglo XIII, y la posterior al siglo XVI, en la que se continúa la construcción de la nave central, quedando las dos laterales inconclusas. La portada principal del monasterio data de 1757, siendo la parte que habitan las monjas la más tardía.

La iglesia del monasterio sorprende por su gran luminosidad. El retablo renacentista, obra de Andrés de Melgar y Guillén de Holanda, fue mandado construir por la abadesa doña Leonor de Osorio hacia 1523 a modo de tríptico. Hasta 1975 estuvo en el presbiterio y ahora está a los pies de la iglesia.

La portada de la sala capitular sobresale por su singular belleza, con tres arcos apuntados decorados con motivos vegetales. En su interior destaca el sepulcro de estilo gótico de comienzos del XIV de la beata Doña Urraca López de Haro, hija de los fundadores, que vistió los hábitos desde muy joven llegando a ser la cuarta abadesa de la comunidad. Falleció el año 1262, conservándose su cuerpo incorrupto.