Un grupo de alrededor de 30 cazadores salió el pasado sábado de batida desde el pueblo de Castroviejo hacia la zona del Moncalvillo. Todo iba normal en una de las últimas jornadas de la temporada –que concluye este finde–, hasta que los ojeadores se dieron ... cuenta de que uno de los perros que llevaban no se movía. «Les tenemos puestos collares GPS y ya hacía rato que estaba parado en el mismo sitio», detalla uno de los allí presentes.
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Al poco, se acercaron a ver qué pasaba, y se llevaron una gran sorpresa al contemplar al perro muerto, con la parte de atrás del cuerpo devorada. «Cuando se lo contamos al guardia forestal, primero se resistió a admitir que hubiera sido un lobo, aunque al final puso en el acta que eran heridas causadas por un cánido, es decir, por el lobo», añade otro de los cazadores. El perro muerto era de raza Grifón y bastante veterano de las batidas.
Según cuenta este grupo de cazadores, es la primera vez que a ellos les sucede algo así, y nunca habían oído hablar de otros casos en La Rioja. «Los lobos están muy sueltos, son intocables y cada vez bajan más cerca de la sociedad; primero fueron ovejas, ahora perros y la próxima víctima puede ser una persona», advierte un curtido cazador. Asimismo, él y sus compañeros lamentan que la presencia del lobo merma desde hace años las batidas. «Antes sacábamos ocho o diez jabalís por jornada y varios ciervos, ahora, con suerte, conseguimos un par de los primeros, como el pasado sábado», relata uno de los responsables.
El coste de las batidas, que ronda los 60 euros por persona y día, más gastos, ya empieza a pesar en el bolsillo, y los cazadores se preguntan si merece la pena seguir con su actividad. «Si cada vez capturamos menos piezas y encima nos matan a los perros, la gente va a dejar de venir, y los ayuntamientos pequeños ya no ingresarán las tarifas que debemos pagarles por el derecho a cazar», declara uno de los habituales de esta cuadrilla.
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Desde que en 2021 se prohibiera la caza del lobo, los habitantes de la sierra, sobre todo los pastores, se sienten perjudicados. Uno de los cazadores, que también se dedica a la ganadería, asegura que «no es solo que maten a las ovejas, sino que, como persiguen a las embarazadas, el esfuerzo de huir está causando abortos de corderos». La nueva reforma de la Ley de la Biodiversidad riojana pretende acabar con esa «sobreprotección».
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