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Rufino, Ramón y Daniel frente a la fragua. M.C.
Zarratón

Cuando el hierro se funde

Los hijos y nieto de Alejandro Tofé continúan con un negocio artesanal que alcanza la sexta generación

Domingo, 14 de julio 2024, 08:22

Seis generaciones avalan un trabajo artesanal que ha sabido adaptarse a las diferentes épocas que ha atravesado. La forja artística de los hijos de A. Tofé se lleva a cabo en Zarratón y, paseando por sus calles, se percibe esta mano herrera en balcones, puertas y adornos. Pero su distribución desde esta pequeña localidad riojalteña llega mucho más allá de las fronteras riojanas, incluso a las zonas más altas de Normandía. Y es que lo que hacen lleva un sello muy especial. No es moderno ni antiguo, es sencillamente especial.

Hojas de viña y de roble se entrelazan con centenares de diseños de cabeceros, puertas, faroles, lámparas, verjas y un largo etcétera. El popular y turístico reloj del Ayuntamiento de Laguardia y la verja de la torre de Abacial son obra suya, entre otras muchas. «Quien nos conoce un poco ve una obra nuestra y sabe que la hemos hecho aquí» explicaba Daniel, el hijo.

«Pero lo que también nos diferencia, es la fragua antigua, que aún la utilizamos, y el martillo pilón para moldear el hierro», señalaba. Un hierro dulce bajo en carbono, que es el material principal que utilizan.

Daniel Tofé moldea una barra de hierro con el martillo pilón. M.C.

«Nos diferencia que aún utilizamos una antigua fragua y el martillo pilón para moldear nuestros productos»

La forja, como explicaban, se basa en el reciclaje. «Es un ciclo: un hierro viejo lo calientas, lo vuelves a hacer nuevo y lo utilizas. Ahora llamas a un almacén y te traen el material que necesitas. Pero antes, cuando había escasez de material, nuestro padre y nuestro abuelo utilizaron mucho raíles de tren. Con ellos hacían herraduras para caballos, ganchos, azadas, etc».

Ahora se hace todo con moldes y hay de todo. «Nosotros no podemos competir con todos. Si alguien hace doscientas azadas por minuto, no puedes competir con él, porque a ti te cuesta un día hacerla», indicaban.

Rufino, Ramón y Daniel muestran el escudo de la familia. M.C.
Rufino, Ramón y Daniel, junto a algunas de las creaciones. M.C.
A la derecha se encuentra Rufino y a la izquierda Alejandro, su hijo, quien da nombre al taller.
El abuelo Rufino a principios de siglo XX, con 12 años.

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«¿Para qué estamos nosotros –cuestionaba Ramón Tofé–, los pequeños artesanos? Pues para hacer piezas exclusivas, únicas, para dar gusto al cliente. Piezas de decoración. Nuestro cliente dice: tengo una mesa, pero es mi mesa, no la tiene mucha gente como si la compras en Ikea (sin desmerecer a Ikea, pero es otra cosa). Nuestro cliente es el que valora la artesanía y el hierro, se quiere gastar el dinero en dar prioridad a la imagen. Por ejemplo, trabajamos mucho con bodegas», señalaba. Y es la diferencia de, como explicaban, trabajar el tiempo que sea necesario para terminar «bien las cosas».

Los gustos de los compradores a lo largo de estas décadas han cambiado, pero también los de los fabricantes. «Nosotros mismos nos cansamos de lo que hacemos –reía Rufino–. Así que vamos introduciendo cosas nuevas».

Y es precisamente esta vertiente artística la que está impulsando Daniel, la sexta generación y uno de los forjadores más jóvenes en el oficio. Crea esculturas muy características, inspiradas en Giacometti, con la desproporción de figuras humanas que ya lucen en grandes dimensiones en distintos puntos de España.

El abuelo Rufino a principios de siglo XX, con 12 años.

Tradición, orgullo y un toque muy personal en cada obra fabricada

La tradición familiar dentro de este oficio se remonta a varias generaciones atrás. Existen documentos, fotografías antiguas y un testamento del año 1881 por el cual Pelayo Tofé del Val –tatarabuelo de los actuales– deja a su hijo Ceferino Tofé y España –el bisabuelo– un solar para uso exclusivo de la fragua para herrería, compuesta de todas las herramientas necesarias, yunque y fuelle. Son, por tanto, ya cinco y seis las generaciones dedicadas a esta actividad, «vivida y sentida por nosotros desde la infancia en la fragua familiar.

Aprendimos con nuestro padre y nuestro tío (forjadores de prestigio) día a día y paso a paso todos los secretos y técnicas del manejo artístico del hierro», destacan con orgullo. En la actualidad, en el taller continúan haciendo lo que les enseñaron, aportando un estilo personal y poniendo parte de cada uno en cada trabajo. «Yo de mayor quiero ser como tú: herrero y calvo», le decía Rufino, ahora ya jubilado, a su padre cuando solo tenía tres años y le observaba con atención.

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