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Las puertas del restaurante Vega volvieron a abrirse al público el pasado martes. Un negocio familiar que nació hace 70 años, tuvo a dos generaciones de la misma familia regentándolo y cerró sin ninguna perspectiva futura el pasado 30 de junio.
Ahora, es el turno de Leo, Adriana y Ana, tres jóvenes que llegaron a Haro hace ocho años desde Colombia y desde entonces han servido miles de mesas en el local. «Nos animamos a cogerlo porque ya conocíamos todo», explica Adriana, entusiasmada por embarcarse en esta nueva aventura.
«Cuando la jefa se jubiló, entre los tres decidimos empezar. Conocemos bien este sector y preferimos trabajar para nosotros que para otra persona», añade.
Los tres se muestran muy agradecidos con María José, la anterior dueña del restaurante junto con su hermano Mateo, y segunda generación que dirigió el negocio. «Hablamos con ella y estuvo encantada, nos dijo 'no hay nadie mejor que vosotros para llevar el restaurante'», recuerda.
María José les recomendó algo: «Seguir siempre la misma línea», y, siguiendo su consejo, eso es lo que se han propuesto. «Ella siempre había comprado lo mejor para el bar y nosotros lo seguiremos haciendo», afirma Leo.
De esta manera, los platos continuarán siendo los mismos: «Seguirán las patatas, que es lo que le gusta a la gente, los pimientos, etc», indica. Y por ello, en agradecimiento a toda la antigua familia Vega han querido mantener el retrato que ha estado muchos años en el comedor del local para que antiguos y nuevos clientes conozcan toda la historia que contienen esas paredes.
Ahora les toca a estos tres jóvenes llenos de entusiasmo pero que, a su vez, son totalmente conscientes de la responsabilidad que conlleva dirigir un restaurante. «De ser empleado a ser dueño es todo muy diferente, cambia todo. Es mucha más responsabilidad porque al principio ella nos traía todo y nosotros cocinábamos y atendíamos pero ahora es distinto con las facturas, los proveedores, etc», reconoce Adriana.
Sin embargo, aunque volvieron a abrir hace unos días, ya sienten el agradecimiento de los clientes y vecinos jarreros. «Nos dicen que están muy contentos porque la plaza estaba muy apagada», comenta satisfecha Ana. Y, como muestra de ello, ya cuentan con reservas para estos días festivos.
De esta manera, los vecinos jarreros podrán volver a disfrutar de la comida como lo han podido hacer en las últimas décadas y como si María José y Mateo, o como sus padres antes que ellos, Vega (quien le da nombre a este restaurante) y Aurelio, lo hicieron en su día. Sirviendo incansablemente tanto a riojanos como a los visitantes que se acercarán próximamente a la ciudad de Haro.
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Lucas Irigoyen y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Carlos G. Fernández y Leticia Aróstegui
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