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Consternación por parte de la sociedad jarrera y tristeza infinita por parte de las Siervas de Jesús. Esa era la situación ayer de esta pequeña congregación, que durante 133 años ha servido a la sociedad de Haro.
En su dispensario situado en la calle que lleva su mismo nombre, haciendo esquina frente al mirador de El Pardo y con una vista privilegiada al mar de viñas, las siete religiosas que hoy quedan acatan la orden llegada desde arriba, aún sin conocer su próximo destino.
Y es que desde el 2 de mayo de 1888 esta congregación religiosa tan vinculada a la historia de los jarreros ha tendido una mano a los necesitados de la ciudad y su comarca. Hoy dicen adiós de forma oficial a toda una vida dedicada a los harenses, sumidas en el trasiego bullicioso propio de cualquier mudanza.
Para esta tarea, que llevan a cabo las siete religiosas de entre 73 y 90 años, han acudido refuerzos de hermanas de otras localizaciones de la congregación. Una de ellas es madre María Jesús, quien confirmaba que, a raíz de la eucaristía con la que Haro les despedirá hoy de manera oficial en la Basílica de la Vega, cada una se irá desplazando a sus próximos destinos.
«Irán a casas que sean aptas para sus necesidades, donde puedan realizar la misión propia de las Siervas de Jesús, allí donde las necesiten. Serán comunidades cercanas», explicaba, sin querer desvelar nada aún.
El carisma de estas religiosas es la asistencia a enfermos, ancianos, niños, la Pastoral y rezar, detallaba, aunque su labor en la sociedad jarrera ha ido mucho más allá: «Conocemos a todos, pobres y ricos», comentaba una de ellas, mientras una sonrisa trataba de enmascarar el cansancio, pero también la tranquilidad de haber cumplido su cometido. «Y ellos nos están trasladando su desconsuelo, que también es el nuestro, pero nuestra vocación ahora nos lleva a otro sitio», explicaba.
Respecto al motivo de su marcha, la hermana explicaba que había uno principal: «Son ya mayores y hay que preparar el futuro. Dentro de poco van a necesitar cuidados más adaptados a su salud –explicaba– y la casa no reúne las condiciones adecuadas para que puedan estar atendidas. Cuenta con un acceso muy malo a la calle; si se ponen enfermas hay que ir a Logroño, aquí no hay hospital... todo esto supone muchos inconvenientes para ellas».
Pero también la congregación está sumida en un proyecto de reestructuración o reunificación, «dentro del cual se mirará por las necesidades de cada hermana e irán donde estén mejor atendidas y cuidadas. Ahora están bien, pero no es cuestión de retrasarlo hasta el momento en el que tengan dificultades».
Después de 133 años, las religiosas exponían que se sienten muy queridas, aunque reconocían que sus inicios, allá por el siglo XIX, fueron duros: «Había gente que nos quería, y que luchaban por la llegada a Haro de las Siervas de Jesús, a quienes ya conocían algunos por su presencia en Bilbao. Sin embargo, se opuso mucha resistencia inicial, probablemente por la presencia de otras congregaciones. Fue a raíz de una epidemia de viruela cuando la gente empezó a recurrir a las hermanas», explicaban.
Desde entonces han cuidado de enfermos, de personas solas, ayudando en el dispensario, y últimamente de forma especial acompañaban a los ancianos de las residencias Los Jazmines y el Hogar Madre de Dios.
Desde que se ha conocido la noticia, el teléfono no para de sonar, «han dejado mucha marca y raíces en el corazón de la gente. Si a la gente le da pena, imagínese para ellas y la congregación en general, pero nos toca asumir la realidad y hacerle frente».
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