Hablamos de seguridad
RUBÉN ESTEBAN PÉREZ | DELEGADO DEL COLEGIO DE GEÓLOGOS DE ESPAÑA EN LA RIOJA
Jueves, 31 de enero 2019, 14:24
Secciones
Servicios
Destacamos
RUBÉN ESTEBAN PÉREZ | DELEGADO DEL COLEGIO DE GEÓLOGOS DE ESPAÑA EN LA RIOJA
Jueves, 31 de enero 2019, 14:24
En 2018 se registraron en nuestra comunidad, o en áreas muy cercanas, once movimientos sísmicos de pequeña magnitud. En enero, en Navajún, de magnitud 1.7; también en enero, en Munilla, de 1.8; en abril, dos en Enciso de 2 y 3.1; en ... mayo, en Barbadillo de Herreros (Burgos) de magnitud 2.4 percibiéndose en la Demanda riojana; en junio, en Villanueva de Cameros, de 1.5; en noviembre, dos en Lumbreras de 1.6 y uno en Ajamil de 1.7; y, finalmente, también en noviembre, en San Pedro Manrique y Ólvega (Soria), al sur de la sierra de La Rioja Baja, con magnitud superior a 2.
Es cierto que ninguno de estos movimientos sísmicos ha sido percibido por la población y las viviendas e infraestructuras no han sufrido daño alguno. Sin embargo, no por poco relevantes debemos ignorar su existencia, ya que la concurrencia de sismos de pequeña magnitud nos puede dar pistas sobre la posible generación de un sismo más importante. Según el Instituto Geográfico Nacional, al actualizar en 2016 el Mapa de Peligrosidad Sísmica de España, la aceleración sísmica de La Rioja ha pasado de 0.04 a 0.06. Esto significa que la probabilidad de sufrir en La Rioja un movimiento sísmico de mayor intensidad para un tiempo determinado aumenta y, por lo tanto, hay que tenerlo en cuenta a la hora de planificar y proyectar la gestión del territorio y las obras, sobre todo las de infraestructuras.
Casi todos estos movimientos sísmicos han sucedido en una parte de la geografía riojana que se corresponde con la sierra de La Rioja Baja, un área sísmicamente activa que se conoce desde 1817 (terremoto de Arnedillo) y que cuenta con una historia sísmica documentada muy importante con dos eventos de gran magnitud, en Turruncún en 1929 y en Aguilar del Río Alhama en 1961. Asímismo, otros muchos de menor magnitud se suceden anualmente a razón de unos 10 movimientos sísmicos al año.
A la sismicidad natural, los humanos le añadimos la posibilidad de la sismicidad inducida cuando construimos determinadas infraestructuras en el terreno. En La Rioja se acaba de finalizar la construcción de la presa más grande acometida en nuestro territorio, el embalse de Enciso, en plena sierra de La Rioja Baja. Son 375 metros de longitud de su cerrada, 105 metros de altura y 81 metros de anchura en su base para albergar 46.5 hectómetros cúbicos de agua, o lo que es lo mismo, 46.5 millones de toneladas que incidirán directamente sobre el terreno del vaso del embalse. Todo un coloso de hormigón, 25 metros más alto y 166 metros más largo que la presa del embalse de Mansilla, y 35 metros más alto y 59 metros más largo que la presa del embalse González Lacasa (Ortigosa de Cameros), ambas presas de magnitudes más que considerables.
A pesar de conocer bien que ésta es un área sísmicamente activa, la promesa que hizo el Instituto Geográfico Nacional en 2011 de instalar las estaciones de control sísmico de Enciso, Jubera, Grávalos y Santa Cruz de Yanguas (Soria) para control de la sismicidad en la fase de construcción de la presa de Enciso, ya que se había suprimido la de Logroño en La Grajera, finalmente quedó en nada. Asímismo, con la obra finalizada, tampoco se ha instalado ninguna de las estaciones citadas en la fase de llenado de prueba que está sucediendo actualmente.
Algunos estudios geológicos recientemente publicados han indicado que el vaso del embalse se sitúa en un área en movimiento constante desde hace 30 millones de años, donde existe una falla cabalgante perpendicular al valle del río Cidacos que dirige y relaciona el sistema de fallas normales y plegamientos que estructuran toda la sierra de La Rioja Baja. Aún así, otros estudios no lo ven tan claro e indican que dicha falla cabalgante se encuentra muy ralentizada actualmente.
En cualquiera de los casos, debemos pensar que la aplicación de la técnica geológica en las obras es útil y aporta valor. Las administraciones deberían ser más sensibles a los futuribles problemas de índole geológica que se adviertan por los geólogos en los proyectos y, ante todo, a la demanda social de seguridad y confianza en la gestión de dichos proyectos. La obra ya está finalizada pero, del mismo modo, sería necesario durante su vida útil que se realicen los controles sísmicos y geológicos pertinentes para no comprometer la viabilidad de la instalación y sobre todo, la seguridad de las personas que viven aguas abajo del muro de la presa.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.