Las habas de San Benito han vuelto en la mañana de este sábado a Ezcaray, tras dos años sin poder degustarlas por culpa de la pandemia.
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La cofradía de San Benito y Valvanera ha preparado, en 23 calderos, las habas que se han repartido entre ... el vecindario, en número de unas 7.000 raciones, aproximadamente. Se trata de un guiso compuesto, además de por la legumbre protagonista, por tocino, cebollas, guindillas, huesos de jamón, ajos y «mucho cariño».
Había mucha alegría ambiental por la recuperación de esta tradición, a lo que se ha referido el párroco, Desiré Kizungu, en el momento de la bendición previa al reparto, cuya espera ha sido amenizada con generosos pinchos de chorizo y música de la charanga Los Pelaires. También se ha aprovechado la mañana para vender los últimos boletos para la tradicional rifa de mantas de mohair y un cordero de leche. Como se ve, más o menos todo ha vuelto a la 'normalidad', que sigue sin serlo por las mascarillas que todos portaban y por otras medidas de seguridad, como la habilitación de dos filas para ampliar las distancias.
La tradición de las habas de San Benito hunde sus raíces, cientos de años atrás, en la ermita de Santa María de Ubaga, adscrita desde tiempos medievales al monasterio de Valvanera. En ella, sus monjes acostumbraban a ejercer la caridad con el reparto de una caldera de habas para llenar los estómagos vacíos de los pobres de Ezcaray y sus aldeas.
No fue hasta finales del siglo XIX cuando la Cofradía de San Benito y Valvanera, fundada en el siglo XVII, recogió el testigo del reparto, que se acompañaba de una romería al templo que alberga la imagen de la Virgen declarada en 1965 'Patrona principal celestial de la Diócesis de Calahorra, La Calzada y Logroño'.
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Con la Guerra Civil española llegaron a suprimirse ambas celebraciones. La romería se retomaría después, pero era tan poca la gente que participaba en ella que terminó cayendo en el olvido.
La tradición de las habas volvió a Ezcaray en 1947 y ha seguido hasta la actualidad de forma ininterrumpida. Inicialmente, el reparto se localizó frente al lugar en el que se levantaba la ermita de Ubaga, donde empieza la carretera a la aldea de Cilbarrena. Después, allá por 1950, se trasladó a Tenorio, a una finca con tejavana existente en un espacio hoy edificado, muy cerca del frontón. En ella se solían preparar 6 calderas, una por cada cofrade, número que fue creciendo con el tiempo, parejo al aumento poblacional y la llegada del turismo, hasta las 21 calderas actuales (más otras dos de huesos) y 14 cofrades.
La tradición cambió de escenario en varias ocasiones. Pasó por La Arboleda, el antiguo matadero y, en 1974, recaló en El Atadero, donde aún se mantiene, centrada en la caseta que se construyó en el año 2007 en sustitución de la anterior de 1980.
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