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Con cierta discreción tuvo lugar el pasado domingo en Baños de Río Tobía la cuadragésimo octava edición de su Festival del Chorizo. En estos tiempos en los que, como consecuencia de la pandemia del COVID-19, todos nos estamos convirtiendo en devotos de la prevención, ... los bañejos no iban a ser menos y decidieron que no podían pasar sin su festival, pero había que hacerlo con cuidado.
Es por ello que sus organizadores, la dupla formada por la peña local Virgen de los Parrales y el Ayuntamiento, tomaron la determinación de no darle mucha publicidad al tema, con el fin de evitar, en la medida de lo posible, la congregación de grandes masas, como siempre ha ocurrido en este evento.
No hay que olvidar que con el festival siempre se ha perseguido el promocionar los ricos productos de la localidad, su principal fuente de ingresos y, por qué no decirlo, el santo y seña local. Sus fábricas de jamones y de embutidos diversos, que en un principio fueron dando nombre a la localidad en toda La Rioja, ya han traspasado no solo las fronteras de esta comunidad y se conocen en toda España, sino que también se han abierto camino en otros países.
Así las cosas, volvieron a echar mano de la generosidad de que hacen siempre gala y prefirieron convertir lo que viene siendo un evento de promoción de la localidad y sus productos en algo más cercano y destinado a los vecinos y algunos allegados. Lo cierto es que las puertas de la villa nunca están cerradas a los forasteros, más bien al contrario, pero a base de no pregonarlo demasiado, lo convirtieron en algo más íntimo.
Además, los programaron para la tarde del domingo, a las 19 horas, cuando lo que siempre ha sido habitual es celebrarlo a partir de las 12 horas, lo que propicia mayor abundancia de asistentes. En un principio, se prepararon mil raciones de chorizo para repartir. Luego, hubo que ir a por un poco más para que nadie se quedase sin ración, y al final fueron en torno a 1.300 las que se repartieron.
De tal manera, los equipos de voluntarios, los peñistas, se distribuyeron para realizar las distintas labores del evento. Por un lado, los que se ocupaban de escaldar las sartas de embutido, un proceso culinario que consigue que los chorizos pierdan un poco de grasa y así resulten mucho más digestivos.
Por otra parte, y en las mesas preparadas al efecto, se fueron colocando quienes se iban a ocupar de trocear convenientemente y colocar cada ración choricera en el pan y así convertirlo en bocadillo. Estos, en bolsas individuales, eran repartidos entre la concurrencia, que ya tenía la merienda resuelta.
Para acompañar la pitanza, un jarrito de barro con su vino de bodegas Señorío de Villarrica. El jarro, como de costumbre, estaba personalizado para el festival y, tal y como ya se hiciera el pasado año, llevaba los colores de la bandera de Baños de Río Tobía. Como recordaba la concejala de Cultura, Graciela Loza, «antes de la pandemia el jarrito llevaba los colores de la bandera de La Rioja, pero como el año pasado se decidió hacerlos con los colores de nuestra bandera del pueblo, hemos decidido que en lo sucesivo llevarán estos colores, como una forma de marcar un antes y un después de la pandemia».
Como una muestra más de la solidaridad de los bañejos, la recaudación conseguida con la degustación, 3.000 euros, será entregada a Proyecto Hombre.
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