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Parece mentira que a más de 1.000 metros de altitud se pueda encontrar basura en plena naturaleza. Pero sí. Así lo atestiguó el Comando Basuraleza, el colectivo de jóvenes de Albelda de Iregua que dedican los domingos a limpiar los alrededores de su pueblo ... y allí donde les reclaman ayuda. En esta ocasión, tras algunas incursiones en Logroño, viajaron a Ajamil de Cameros llamados por el propio Ayuntamiento con el fin de poder recoger, junto a los vecinos, «todo tipo de basura que ensucia y contamina» el pueblo.
Acompañado de los habitantes de Ajamil, el Comando Basuraleza llenó medio centenar de sacas con todo tipo de residuos tirados en los alrededores de la localidad del Alto Leza, además de retirar bidones, maderas, chapas y plásticos, todo ante la atenta y agradecida mirada de la ganadería. Incluso unas gafas graduadas y un cráneo de ovino se recogieron, estos con el fin de reutilizarlos.
«Hace unas semanas contactaron con nosotros desde Ajamil porque se ve que tienen cuentas pendientes con el 'cerdo de dos patas' y, como a nosotros nos va bastante el barro, no dudamos ni un segundo en aceptar dicha invitación», explica Tirso Cabezón, portavoz del Comando Basuraleza, subrayando el hecho de que Ajamil se encuentra en la Reserva de la Biosfera de La Rioja. «Es por eso por lo que no dudamos en ir. Estas invitaciones son las que dan sentido a nuestra labor, porque que cuenten con nosotros para acciones así nos hincha el pecho. Y si ya después hay una degustación...», afirma Cabezón. Y es que, como colofón a la actividad se ofreció una degustación de panceta.
Después de agachar el riñón una y otra vez, como reconocen los voluntarios, para recoger kilos de 'basuraleza', todo fue depositado en su contenedor correspondiente. «Me gustaría que más pueblos de La Rioja cuenten con ellos y se reconozca su trabajo. Ajamil es pequeño y nos echaron una mano recogiendo basura después de tantos años», expone Eduardo García, teniente de alcalde de Ajamil. ¿Y por qué ahora? «Recientemente se ha desbrozado una franja de maleza alrededor del pueblo por protección de incendios, después de 40 años, y la sorpresa es que estaba lleno de plásticos, garrafas, botellas, somieres... Llenamos los cuatro contenedores de basura que tenemos y aún se quedaron varios sacos fuera», detalla García.
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