Tres millones de pesetas y un reguero de generosidad

Era el año 1932 y entonces el sorteo se celebraba en pesetas. Fueron tres millones de las 'antiguas rubias', un dineral para la época, los que se llevó Ángel Oliván al poseer el número 8.182, que correspondía al premio Gordo. Oliván, propietario de una chocolatería y una tienda de ultramarinos, podía haber disfrutado de su fortuna él solo. Pero no, aquel calagurritano, que al poco tiempo fue apodado como el 'millonario', se convirtió en benefactor de su ciudad, invirtiendo buena parte de su dinero en obras públicas.

Aquel sorteo le tornó en un hombre extraordinario (aunque quizá ya lo era) con una historia de las que poco se encuentran. Un relato lleno de generosidad en el que este año se ha fijado Loterías y Apuestas del Estado para su campaña de publicidad en radio del sorteo navideño, que al igual que la que se ha ideado para televisión «pone el foco en los valores como el de compartir, pero también de honestidad y de inclusión social de quienes tienen que dejar su país y amistades», explicó el presidente de Loterías y Apuestas del Estado, Jesús Huerta Almendro, en la presentación de la campaña, que lleva como lema 'Un sorteo extraordinario lleno de historias extraordinarias'.

La de Ángel Oliván y su generosidad con el premio forma parte de unos de los tres audios que se podrán escuchar hasta el día del sorteo, el 22 de diciembre. Para televisión se han grabado tres anuncios basados en historias reales surgidas a raíz del premio Gordo de la lotería como la del millonario de Calahorra. Los spots que se verán en la pantalla son 'Tres Orquídeas', 'Vika' y 'El Viaje'.

Tres relatos, que sobre todo intentan reflejar cómo se comparte y se vive el sorteo en compañía, y a los que en breve se unirá el audio sobre el destino de la fortuna que la Lotería de Navidad llevó a la vida de Ángel Oliván y de rebote, también a la ciudad de Calahorra.

Oliván (1878-1949) llevaba un número de los llamados 'feos'. Se lo había reservado la lotera, viuda de Santolaya de dos número que le quedaban. «Como es soltero y viejo no le hace falta el dinero», recogen las crónicas de la época que contó entonces la lotera. Pero la suerte estuvo de su lado esa Navidad y por muy 'feo' que fuese el número, le tocó el Gordo. Con tres millones de pesetas de la época en la cartera Ángel Oliván tenía la vida resuelta. Lo primero que hizo, como todos soñamos en estas fechas, fue dejar de trabajar. Cerró la chocolatería, en la calle que hoy lleva su nombre, y decidió invertir su fortuna en obras para la ciudad, como el colegio Ángel Oliván.