Borrar
Isabel Pascual, a la derecha, junto a su empleada Virginia, detrás del mostrador de su pescadería, en la calle Julio César. I. Á.
«Mis clientas son como mi familia»
Calahorra

«Mis clientas son como mi familia»

Satisfecha de haber encontrado relevo para su pescadería, Isabel Pascual se jubila después de 30 años de profesión y una máxima: que su clientela «coma bien»

Isabel Álvarez

Calahorra

Jueves, 20 de marzo 2025, 07:47

En un momento de falta de relevo generacional en el pequeño comercio, la continuidad de un negocio tras la jubilación de su propietario es una especie de suerte para quien lo ha mantenido a flote durante años. Así se siente Isabel Pascual Almarza, dueña de una de las dos únicas pescaderías que quedan en Calahorra y que el próximo 24 de abril se jubilará después de más de 30 años de profesión y 14 con negocio propio en la calle Julio César. «Me alegro de que se la quede alguien, porque tienen que seguir manteniéndose las tiendas de barrio», asegura Isabel sin detallar mucho más de quién asumirá los mandos del negocio.

Ella comenzó su profesión en Alfaro, su municipio de origen, «llevando una pescadería con una señora del País Vasco, que es la que me enseñó». Después, «nos buscaron a las dos para abrir una pescadería en Calahorra (en el local de La Despensa) hasta que el dueño la cerró». Isabel hubiese podido entonces haber buscado otro trabajo, pero «¿sabes quiénes me empujaron a abrir la tienda?», pregunta de manera retórica. «Los de mi casa y mis clientas», se responde. «Tenía miedo porque había mucha crisis, pero las clientas me decían: anímate, que te esperamos», relata.

El 28 de septiembre de 2011 abría su pescadería (a la que puso su nombre), invirtiendo en ella el dinero que le correspondía de la prestación por desempleo. Y ese mismo día su clientela cumplió y llenó la tienda. «Las había llamado a todas, una por una, para invitarlas a la inauguración. Estaba temblando. Eran las nueve y diez para y cuarto y la pescadería estaba llena. Se me saltaban las lágrimas», recuerda.

«Hay que tratar igual a quien entra solo para comprar una sardina que a quien compra una merluza de anzuelo»

Desde entonces ha tenido dos máximas: «ser exigente para que mis clientas coman bien» y «no engañar a nadie». «Ha habido temporadas que igual el pescado ha llegado golpeado y yo les he dicho que les iba a aguantar menos días, porque la sangre se descompone», explica. También, «siempre he tenido muy claro que hay que tratar igual a quien entra para comprar sólo una sardina que a quien compra una merluza de anzuelo», remarca siendo consciente del elevado precio del producto fresco («porque pasa por muchas manos») y de que «algo hay que hacer porque es importante comer pescado». Lo dice pensando, además, en sus clientes de mayor edad y que a veces «sólo pueden comprar una pescadilla». «A las personas mayores 'me las como'. Se merecen comer bien, pero algunos han trabajado toda la vida y cobran una miseria», reflexiona. «También tengo clientes jóvenes, con una hipoteca, niños.., que solo pueden comer pescado una vez a la semana», lamenta.

Con todos ellos, Isabel se siente «afortunada» porque «mis clientas son como mi familia». «Nos miramos y sabemos nuestras vidas, nuestros problemas...», cuenta desde su pescadería, a la que llegan también vecinos de «Tudelilla, Azagra, Cárcar, El Villar... Es que los pueblos se están quedando sin pescadería», incide.

A punto de colgar los guantes y el delantal de pescadera («aunque me dicen que no me vaya»), se muestra agradecida también con sus empleadas. «He tenido una obrera, Cristina, que es como mi hermana, pero que por distintos motivos decidió dejar de trabajar. Y ahora, con Virginia, sé que el servicio va a seguir estando a la altura», termina.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja «Mis clientas son como mi familia»