
Por su historia y su manera de vivir el Camino ha sido imposible que pasara desapercibido en Calahorra. Enrique Balsera, conocido como 'Enrique, el peregrino', ha hecho parada en la ciudad bimilenaria, junto a su burro, que le regalaron en Castellón y al que llamó Espíritu Santo. Sin teléfono móvil, sin dinero y con la ropa justa, que va lavando en fuentes y ríos, lleva cinco años de peregrinación. Como cada peregrino detrás hay un motivo. El suyo tiene que ver con un accidente en el que quedó parapléjico y tras el cual hizo la promesa de que si recuperaba la movilidad, recorrería lugares santos para dar gracias a Dios.
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Desde entonces este cordobés, natural de Pueblonuevo de Peñarroya, peregrina como una causa vital. Sus pasos se sostienen en la generosidad de la gente que se va encontrando. No pide limosna, tan sólo recibe lo que aquellos que se encuentran a su paso le ofrecen. Enrique duerme al raso y esta noche lo ha hecho en la puerta de la iglesia de San Francisco. En el Albergue de Peregrinos, su responsable Miguel Espinosa, le ofreció una cama, pero al final simplemente se ha quedado con un plato de alubias. Sus pasos le guían a Santiago de Compostela, porque «este año es Xacobeo», dice. Después intentará cumplir otra meta mucho más larga. Caminar hasta Roma en busca de un crucifijo que le guarda el Papa. «Se lo dieron y le dijeron que volvería a por él», explica seguro de que no tardará en ir a buscarlo.
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