El 'paso de las mujeres' de Calahorra: 30 años de Pasión y «sin haber hecho la mili»

La Semana Santa de 1992 fue su estreno en la procesión del Santo Entierro, la misma que recorre esta noche el casco antiguo de Calahorra con 16 pasos. Era la primera vez que trababan ellas y que salía a la calle el Cristo de la Caña, que casi se había descubierto por casualidad. «Al hacer las obras de reforma en el templo San Francisco, que por cierto estaba de pena, apareció el cristo original, el pequeño, que fue con el que salimos», recuerda Juli.

Algunos no confiaron en sus posibilidades, pero esa noche callaron muchas bocas. «Estábamos 'acojonadas' y emocionadas a la vez», confiesa. Por supuesto, también hubo apoyo: «Los del Cristo de la Agonía, que es el primero que está en San Francisco, fueron los que más nos aplaudieron y nos animaron». Eran 33 calagurritanas al frente del paso, y «nos miraban a los pies para ver si era verdad que éramos mujeres». «Muchos decían que el cristo no pesaba», recuerda Juli. Nada más lejos de la realidad, porque cada una de ellas soporta sobre sus hombros 20 kilos.

La llegada al templo San Francisco para recoger el paso es difícil que la olviden. Lo recuerda María Ángeles al detalle: «Cuando comenzamos a subir las escaleras de San Francisco, mandaron a los trabadores de la Borriquilla, que ya habían llegado, que nos ayudaran a subir. Bajaron los chicos, y pretendían meterse en el Cristo, que nosotros nos saliéramos y subirlo ellos. Pero queríamos subirlo nosotras y los echamos (se ríe)». «Igual lo hicimos un poco de malas maneras, pero teníamos el orgullo de que si habíamos salido queríamos terminar también nosotras. Además, nos veíamos con fuerzas. Cuando llegamos también nos aplaudieron», termina su relato.

Aquellas mujeres no querían dejar nada a la improvisación, por lo que a ese Viernes Santo le precedieron muchos ensayos. «Los hombres nos decían que teníamos que ensayar, porque como no habíamos ido a la mili no sabíamos llevar el paso. Y fíjate si lo pasamos bien, que al año siguiente que no lo necesitábamos volvimos a ensayar», cuenta Juli.

Practicaban en la calle con las andas y un niño de ocho años. «Poníamos a mi hijo encima y salíamos como hasta la calle Pedro Gutiérrez para dar las vueltas», recuerda Leo.

En 1999, el historiador de arte José Manuel Ramírez «descubrió el Cristo de la Caña que llevamos ahora», dice Juli. «Nosotras ya lo habíamos visto y nos había gustado. Estaba en la capilla de la pila bautismal de San Andrés y a partir de entonces es el que sacamos en la procesión», apunta. También ese año, «al cambiar el recorrido de la procesión de la Oración del Huerto para irse hasta el asilo (de la Concepción) nos propusieron sacar a la virgen».

Anoche, 30 años después, las mujeres del Cristo de la Caña volvieron a la calle para demostrar que la fe no entiende de género. «Van pasando los años y aun así cuando me pongo el capuchón no me salen ni las palabras. Tengo los mismos nervios que desde el principio. Una gran emoción interior», confiesa Ana Mari, una más entre las 60 mujeres que llevarán y acompañarán a la talla. Este año, además, con una una fecha de aniversario redonda, que a buen seguro celebran después en la cena de hermandad que desde entonces comparten en el restaurante La Taberna. Otra tradición, que también hay que mantener. «Vamos a las doce de la noche, que para entonces ya no hay que guardar vigilia», bromea Juli.