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Once madres carmelitas para 425 velasMagdalena de Jesús (Valladolid), Catalina de Jesús (Palencia), Margarita de la Concepción (Pamplona), Isabel de los Ángeles (Segovia), María de San José (Palencia) y María de la Cruz (Soria) fueron las primeras en traer a Calahorra la doctrina del Carmelo Descalzo hace ya más de cuatro siglos. Era un mes de junio de 1598 cuando estas seis monjas carmelitas fundaban en la ciudad el convento de San José, al que ayer decenas de calagurritanos y calagurritanas acudieron para conmemorar el 425 aniversario de la llegada de la orden al municipio bimilenario.
La implantación de la primera comunidad de religiosas del Carmelo Descalzo no había sido fácil. «Durante tiempo se había intentado que hubiese un convento para mujeres en Calahorra, pero por diferentes cuestiones no se había podido materializar hasta 1598, gracias a la mediación de personas del Cabildo de la catedral y a que se consiguió la licencia real», explica la historiadora calagurritana Mª Antonia San Felipe, autora de la novela 'Desnuda de mi ser', basada en la figura de sor Ana de la Trinidad, poetisa mística que vivió en el convento.
El lugar fundacional del monasterio no fue el que hoy se conoce, en la zona del Arrabal. «El convento se inició en una casa de la calle del Cabezo, pero, como estaba en malas condiciones, posteriormente las monjas se tuvieron que ir a otra casa en la calle Morcillón», relata San Felipe. Unos años más tarde comenzó la construcción del convento actual. Aquella primera comunidad de madres carmelitas apenas contaba con recursos económicos, por lo que tuvieron que recurrir al mecenazgo. «El regidor Juan Ibáñez o la familia Medrano, de la 'Casa de las Medranas', estuvieron entre los que lo financiaron», prosigue Mª Antonia San Felipe.
El convento de San José, en el que hoy viven 11 carmelitas en régimen de clausura, se fundó siguiendo las directrices del Carmelo Descalzo reformado, impulsado por Santa Teresa. «La reforma supuso una revolución en la vida conventual, porque predicaba el volver a la regla antigua, a la estricta pobreza, en contra de cómo había vivido Teresa de Jesús en otros momentos, como en el convento de La Encarnación (Ávila), donde había monjas que se llevaban a sus propias criadas», precisa San Felipe.
Al poco de fundarse el monasterio de Calahorra llegaría desde Valladolid quien se convirtió en una de las religiosas fundamentales en los dos conventos carmelitanos de la ciudad. Era Cecilia del Nacimiento, nombrada priora e «impulsora no sólo de la construcción del monasterio de San José, sino también del de los frailes (en 1603), para tener directores espirituales de la misma comunidad», apunta.
Cecilia del Nacimiento era una mujer «muy activa» –destaca San Felipe– y a la vez «escritora de poesía y tratados místicos». Ana de la Trinidad, desconocida hasta no hace mucho en la mística española, llegó al convento atraída por la doctrina de Santa Teresa en 1601. Su deseo de vivir como monja teresiana era tan fuerte que llegó a escaparse del convento de Santa María de Herce, en el que vivía, para ingresar en el de Calahorra, saltándose la voluntad de sus padres.
Ana de la Trinidad, nacida en el seno de una familia de la baja nobleza de Alcanadre, pronto compartió con Cecilia del Nacimiento el «gusto por la escritura». Pero de su poesía tan sólo 19 sonetos han llegado a nuestros días. Son los poemas que había regalado a Cecilia antes de que ésta dejase el convento. El resto de sus obras, como le pidió a Isabel Medrano, novicia entonces de la congregación, se quemaron una vez falleció Ana. Ayer, en el teatro Ideal, y con motivo del 425 aniversario de la fundación del convento de San José, la actriz Charo López puso voz a sus textos, junto a los de Santa Teresa y San Juan de la Cruz.
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