La guerra al pimiento de Calahorra antes de Trump

El sector vitivinícola en La Rioja vive en las últimas semanas con absoluta preocupación las medidas arancelarias de Donald Trump y su amenaza de gravar un 200% el precio del vino que llega a Estados Unidos desde la Unión Europea. La historia se repite una vez más en el territorio riojano y recuerda a la guerra arancelaria a la que las fábricas de conserva de Calahorra tuvieron que enfrentarse cien años atrás.

Nos situamos a principios del siglo XX, en el contexto de la Primera Guerra Mundial y con Calahorra a la cabeza de la industria de conservas vegetales en España, siendo Estados Unidos el primer importador de pimiento morrón. Una variedad gruesa, carnosa y de gran tamaño, que entraba en competencia directa con el del estado de California y, en menor medida, con el de Georgia. «Al acabar la guerra ya se había producido un proceso de cambio en la agricultura. Calahorra optó por disminuir el secano y ampliar el regadío. En estados con una climatología parecida como es California ocurre lo mismo, se disminuyen los cultivos extensivos de cereal y se diversifica la producción agraria introduciendo cultivos de huerta como el pimiento», explica la historiadora Mª Antonia San Felipe, quien esta tarde abordará este capítulo del pasado de la industria conservera de Calahorra en la última charla de las Jornadas de Estudios Calagurritanos organizadas por la asociación Amigos de la Historia de la ciudad (Ermita de la Concepción, 20.00 horas).

Ya en 1921 Estados Unidos, con la presión de los productores de pimiento del país y de las empresas agroalimentarias, impone un arancel a uno de los productos que era seña de identidad de la conserva calagurritana. De hecho, fábricas punteras de la época, como Cayetano Baroja o Galo Adán, no dudaban en destacar su calidad en las etiquetas de las latas que mandaban por el mar al continente americano e incluso con terminología anglosajona.

En Calahorra «el 50% de la producción de conservas de pimiento morrón se exportaba a Estados, mientras que el 10% se quedaba para consumo nacional y el resto para Europa», señala San Felipe, para precisar que la política proteccionista de Estados Unidos con el pimiento de California hizo que la lata del producto exportado y llegado desde Calahorra duplicase su precio al pasar por la aduana. «Las cuentas que hace la Federación Nacional de Empresarios de Conservas Vegetales (que presidía el calagurritano Pedro Baroja) hacían ver que si el precio de la lata era de 32 pesetas éste se duplicaba a la salida del puerto de destino», detalla. «Es ahí cuando se empieza a pedir (desde la federación nacional) ayuda al Gobierno de España para negociar un tratado preferente con Estados Unidos y cuando los fabricantes son conscientes de que los grupos de presión californianos y de Georgia están ganando la batalla», añade.

Los conserveros calagurritanos fueron aún así «persistentes» y hasta «tuvieron un pleito en el que se llegó a discutir si el pimiento que se mandaba era entero o no», cuenta San Felipe como anécdota. «El pleito se ganó, pero siguieron aforando con la misma tarifa», matiza. De su lado estuvieron incluso los propios importadores americanos, quienes «fueron los que impusieron muchos de los procedimientos judiciales para frenar este tipo de medidas», afirma San Felipe.

Estaban, sin lugar a dudas, en una auténtica «guerra comercial para sacarlos del mercado», sostiene. Motivos para creerlo había muchos. Por ejemplo, «observaron que a la pasta de tomate italiana, con numerosos productores en Estados Unidos, no le imponían aranceles tan altos». Y hasta el New York Times lo reconocía en sus páginas. «Hay un titular de junio de 1927, que viene a decir: hemos conseguido, aforando por una tarifa totalmente injusta, impedir la importación del pimiento español», recoge San Felipe, experta en la historia de la conserva de Calahorra, para recordar que «después llegó el 'crack de 29' y nuestros conserveros tuvieron que buscar nuevos mercados».

«La política arancelaria impuesta por Estados Unidos en 1930 prolongó la salida de la crisis tras el crack del 29 que, como se sabe, hundió la economía mundial y tuvo efectos terribles que derivaron en la segunda Guerra Mundial». De todos modos, San Felipe aclara que los aranceles «fueron una técnica muy utilizada en el siglo XIX tanto por España como por Estados Unidos». Una medida, no obstante, con consecuencias negativas para «todas las partes». «Al proteger la producción nacional, como no se genera una competencia libre, se defiende en ocasiones un producto de peor calidad que el que se impide importar y hace que las empresas innoven menos», apunta.

Con la amenaza arancelaria de Trump al vino «los productores y exportadores tendrán que hacer lo mismo que hicieron los calagurritanos de entonces y buscar otros mercados porque con aranceles del 200% directamente los expulsan del mercado». Una salida «difícil» porque al igual que «ocurrió con el pimiento es complicado abrir un mercado nuevo, casi de emergencia, cuando además tienes un estocaje importante», termina Mª Antonia San Felipe.