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M. FÉLEZ
Sábado, 18 de julio 2015, 11:09
En pleno corazón de la ciudad, como si se encontrase defendiendo cual fortificación la figura de la Matrona, se levanta en Calahorra un edificio de ladrillo rojo que merece la pena contemplar al atardecer, cuando la luz de los últimos rayos del sol reflejan en sus imponentes paredes. De estilo clásico castellano, el parador nacional de turismo celebra este sábado cuarenta años de historia, desde que el 18 de julio de 1975 fuese inaugurado por el entonces ministro de Información y Turismo, León Herrera y Esteban.
«Por aquel entonces se abrían paradores en aquellos lugares en los que se quería potenciar el turismo», explica Julia Navarro, actual directora. «Aquí no se eligió un edificio histórico porque los que había tenían difíciles accesos», continúa. Por eso se construyó uno de planta nueva en el parque de la Era Alta con vistas a las huertas del Ebro.
Cuarenta años de turismo y cuarenta años de historia de la ciudad. Y es que son muchas las personalidades que han pasado por sus habitaciones: desde los mejores toreros del momento hasta los artistas que actuaban en el teatro o cantantes famosos, además de deportistas de la talla de Miguel Indurain y políticos como el actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy o Manuel Fraga, que comió las tradicionales patatas a la riojana y chuletillas al sarmiento.
Sus paredes tendrían decenas de historias y anécdotas que contar, igual que sus trabajadores -algunos de ellos rondando los 30 años de experiencia-, pero prefieren ser discretos. «Recuerdo que con la llegada de Jesulín, una de las reinas de las fiestas vino a hacerse una foto con él con un mono chiquitín y al ir a saludarlo le mordió al torero en un dedo», cuenta uno.
Mari Carmen Ruiz trabajó durante 38 años en este edificio. Ella es historia viva del parador. Aún recuerda como si fuese ayer cuando tuvieron que buscar un zapatero para Bibi Andersen porque se le había roto un zapato y tenía que actuar o el haber visto crecer a Francisco Rivera, que fue de niño con su abuelo, después con su padre y luego como torero. Tampoco olvida la sustanciosa propina de los hermanos Calatrava o que incluso llegó a oficiarse un funeral.
Ahora, el parador nacional es alojamiento habitual de trabajadores de empresa a lo largo de la semana y extranjeros o amantes del turismo de interior, los fines de semana. «El turista ha cambiado de mentalidad; le gusta conocer las ciudades pero también quiere vivirlas y sentirlas», finaliza Julia Navarro.
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