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En el número 14 de la calle Arrabal, sentado en un taburete, pasa las primeras horas de la mañana Ángel Cuesta. Hace ya más de un año, en abril de 2021, que convive a diario con maquinaria de obra, ruidos y pequeñas plataformas de paso para cruzar de un lado al otro. Él, sin embargo, no se queja. «Hay que aguantarse», dice apoyado en un delgado bastón de madera del que se ayuda para transitar por la calle. «Era una pasada lo mal –incide– que estaba el Arrabal. Los coches lo tenían fatal para circular y las personas, también», explica al observar cómo poco a poco va cambiando la fisonomía de una calle transitada por el turismo, al conectar la catedral de Santa María con el convento de San José. El grave deterioro del asfalto y sobre todo, las deficiencias en el red de agua urgían desde hace años a una amplia intervención.
La vivienda de Ángel se encuentra en el tramo que ya está pavimentado. Para ello se ha utilizado, en línea con otras urbanizaciones recientes de calles, como Velázquez, Eras y la plaza Ricardo Díaz Palacios, una clase de hormigón descontaminante, que elimina los óxidos de nitrógeno.
El personal de la empresa Pavimentaciones Morales, adjudicataria de la obra, trabaja estos días en la zona comprendida entre la conexión con la calle Miguel Hernández y el entronque con Cuesta de las Monjas y Tenerías. Previsiblemente, se espera terminar para el próximo mes de septiembre. Es la fecha de la tercera prórroga que el Ayuntamiento de Calahorra ha concedido a la empresa para entregar las obras. En esta ocasión, según el Consistorio, el aplazamiento viene «motivado fundamentalmente por las malas condiciones meteorológicas durante varias semanas del invierno y los retrasos producidos por los derribos que ha habido que ejecutar necesariamente».
No está siendo una actuación fácil de realizar. Ya desde el principio surgía un importante contratiempo (en abril de 2020) con el hallazgo de los restos del antiguo puente medieval que cruzaba el Cidacos. Entonces, se había comenzado a trabajar en la zona junto a la calle San Miguel en la que se está preparando un nuevo aparcamiento. Las obras, con un plazo de ejecución de seis meses, se pararon de inmediato y se modificó el proyecto inicial para trasladar el aparcamiento previsto en un principio a un solar colindante. La modificación supuso un incremento de 47.407 euros sobre los 675.560 euros del presupuesto de adjudicación.
En el mes de octubre se acordaba una primera prórroga de mes y medio (hasta el 24 de noviembre), que hubo que repetir el pasado mes de febrero (por cuatro meses y medio más) «por periodos prolongados de condiciones meteorológicos adversas», se justificaba desde el Ayuntamiento. La pavimentación del área reservada para parking también está finalizada.
A su lado se encuentran los restos del puente medieval, que más adelante se consolidarán y pondrán en valor de cara a hacerlos visitables. Los hallazgos, de todos modos, están sufriendo las consecuencias de permanecer a la intemperie. Sobre ellos pueden verse escombros, material de obra, basura y agua estancada. Convendría, por tanto, algún tipo de medida de protección del yacimiento.
Margari pasea cada día junto al futuro aparcamiento con su perro. Pertenece a esa pequeña comunidad de vecinos del casco histórico que llegaron en su día del País Vasco en busca de un mejor clima. «Si moviesen un poco la zona antigua quedaría precioso», sostiene esta vecina, que se trasladó a la Arrabal hace 25 años desde Basauri. A escasos metros Sara Jiménez y su madre Ángela salen de casa. «Las obras están costando. Las principales molestias fueron al principio, pero está quedando una calle bonita», asiente con «muchas ganas» de ver el resultado final.
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Carlos G. Fernández y Leticia Aróstegui
Javier Campos | Logroño y David Fernández Lucas | Logroño
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