«Mi madre es la última que se fue», relata Angelines. Fue en diciembre de 1974, cuando Petra Cordón marchó para dejar Turruncún vacío, deshabitado. « ... En ese tiempo, la gente se iba de los pueblos y vinimos a Arnedo, aunque llevando las tierras todavía de Turruncún –recuerda–. Aunque quedó abandonado, lo tenemos en los corazones».
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Desde ese sentimiento, y con motivo del 50 aniversario de la despoblación, la parroquia de Arnedo, que a su vez es la de Turruncún, pues era parte de su cabildo eclesiástico, quiere convertir este 2024 en un año dedicado a su memoria. Lo ha declarado el 'año de Turruncún'.
Marzo-abril Elaboración de un documento sobre la aldea.
13 de junio Celebración de San Antonio de Padua, que fue especial en Turruncún.
14 de julio Romería misa en Turruncún con el misionero alfareño descendiente de Turruncún Santiago Fernández.
Noviembre Exposición con imágenes de la antigua iglesia.
29 de diciembre Misa y acto institucional por el 50 aniversario de la despoblación.
Aunque a lo largo de este medio siglo han llegado personas de otros lugares que han vivido en algunas épocas en la aldea, Turruncún sigue acumulando ruina, desprendimientos y abandono entre sus calles y edificios. Pero las vivencias permanecen intactas entre sus descendientes. «Queremos recordar lo que fue con un calendario de distintas actividades a lo largo de todo el año», afirma Javier Martín, párroco de Arnedo y, como dice con orgullo, también de Turruncún.
Reunidos alrededor de la parroquia y de un grupo de la aplicación WhatsApp, sus descendientes han preparado un programa que comenzó en enero con la presentación del logo parroquial para este año, que incluye el dibujo de la mano de la virgen de la Flor, patrona de Turruncún. Continuará este mes con una excursión a Calahorra y a Logroño a visitar y conocer las imágenes de la iglesia de Turruncún que se repartieron por distintos templos.
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Mes a mes continuarán las actividades religiosas y sociales. En ese objetivo de mantener la memoria de lo que fue, el archivero parroquial José Ángel Lalinde elaborará entre marzo y abril un libro documento sobre Turruncún. «En ese lugar latió una historia que relatar y es interesante que la dejemos escrita para orgullo y satisfacción de los turruncuneros y de los arnedanos –apuesta Lalinde–. Porque queremos reforzar Turruncún como seña de identidad, no sólo de los descendientes turruncuneros sino como parte integrante de Arnedo». Lo hará también a través de testimonios de quienes aún crecieron y vivieron en la aldea, antes de emigrar.
«Mis abuelos, Juliana y Miguel, se fueron en noviembre de 1974. Había habido pastores, minas, trigo y cebada... Menos agua potable, había luz, secretario, médico, unas escuelas que apenas se estrenaron... –relata Marisol Beriaín Puerta–. Fue una pena que la gente se fuera a Logroño, Calahorra, Arnedo... Pero es emocionante e ilusionante mantener esta historia».
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