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Desde que la parroquia lanzó la iniciativa 'Arnezonía', la ciudad sigue promoviendo actividades para apoyar la labor del misionero arnedano Nicolás Pérez-Aradros 'el Changuillo' en Brasil, donde cumple más de cuatro décadas. Tras recaudar 6.800 euros de las comuniones, confirmaciones y donativos, el ... último apoyo procede de una venta solidaria en el Fárdelej, coincidiendo con su visita anual a su pueblo, Arnedo.
– ¿Cómo vive este apoyo?
– Me hace muy feliz visitar mi pueblo, donde recibí las primeras enseñanzas para todo en la vida. Me gusta venir para ver a mis parientes y para agradecer esos proyectos sociales que estamos desenvolviendo en la isla de Marajó, en la desembocadura del Amazonas, en el pueblo de Salvaterra, donde somos 24.000 habitantes. Tiene un núcleo y numerosas comunidades en el campo.
– El apoyo inicial de Arnedo fue clave en la restauración del centro social Frei Zacarías. ¿En qué momento está ese proyecto?
– Llegué a Salvaterra hace cinco años. El centro llevaba casi veinte parado. A partir de la generosidad de Arnedo, que envió 13.567 euros, comenzamos la reforma. Después, nuestros superiores de los Agustinos Recoletos dieron dinero para terminarlo en 2021. El año pasado comenzamos proyectos de refuerzo escolar y, al final de año, un curso de computación. Además, el centro propicia relaciones de amistad, de respeto y unos valores importantísimos para la educación de los jóvenes.
– El Fárdelej vendió pulseras y mochilas solidarias, un festival desde su pueblo apoyando la música en su proyecto.
– Es una cosa de Dios. Ha coincidido que estamos iniciando un proyecto de escuela de música, llamado 'Tocar un sueño'. Porque para ellos tocar música es un sueño. La muestra preciosa de solidaridad del Fárdelej viene a la perfección. La gente de Salvaterra tiene una gran vocación por la música. Pero, desgraciadamente, no tiene cómo comprarse instrumentos. Ni mucho menos tener clases de música. Ahora vamos a dar la oportunidad a adolescentes y jóvenes de aprender, de desarrollar las aptitudes que tienen. El proyecto plantea comprar cinco teclados más, una guitarra, acondicionar y refrigerar la sala y atender el salario del profesor. Ese dinero va a hacer mucho bien... Además, cuando llegué, había bandas de música en los barrios. Pero la pandemia acabó con todo. Ahora, apoyamos que se están rehaciendo.
– ¿Cuáles son sus siguientes retos?
– Queremos dar continuidad al proyecto de música durante el próximo año y consolidarlo. Y tenemos un desafío en el de computación: tenemos noventa alumnos y damos clase sólo por las tardes, pero tenemos una gran demanda de que las ofrezcamos también en las mañanas.
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