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Algunos, los menos, tienen cierta vocación artística. Otros quieren guardar algún mensaje reivindicativo. Los hay que se inspiran en líneas rectas. O en curvas. Unos vacíos en su interior, otros coloreados. Y hay una mayoría que son meros garabatos en los que es difícil encontrar el arte, el adorno y sí esa cuestionable necesidad del humano de dejar su huella y decir «yo estuve aquí». Con ese variado paisaje, es raro el barrio o la calle de Arnedo en el que las paredes bajas de las viviendas no están surcadas de pintadas o grafitis.
Para la mayoría de los vecinos de la ciudad del calzado, en la rutina y las obligaciones del día a día, pasan desapercibidos. No para los propietarios de los inmuebles que reciben estas firmas. Llegan a ser tantas y tan habituales que a la mayoría ya ni le llaman la atención. Pero si uno se detiene en el trajín de las calles, observa y fija la mirada, encuentra que son cientos en pilares, fachadas, columnas, puertas de bajeras... y también en mobiliario público como bancos, farolas, papeleras, contenedores, cajas de transformadores...
Quien se ha parado y puesto su mirada es la portavoz del Partido Popular, Sagrario Tomás, que llevó esta realidad urbana al último pleno de la Corporación. «Hay muchas más pintadas y grafitis en edificios públicos y privados... y la gente protesta», describió Tomás en el turno de ruegos y preguntas de la última sesión plenaria. Y lanzó una propuesta al Ayuntamiento: «Proponemos que las pintadas se puedan hacer en un sitio público, como en la zona deportiva, habilitando unos paneles donde puedan hacerlas sin molestar y de forma controlada. Incluso desde el Ayuntamiento se podría premiar y dejar alguno que sirva para alguna publicación».
El paisaje de las pintadas recorre sin distinción desde calles del casco antiguo a nuevas urbanizaciones próximas a la zona deportiva. Se cuela por las habituales de bares y por otras que son más de tránsito.
En su análisis de la situación, el portavoz del grupo de gobierno del Consistorio, Raúl Domínguez, separa los grafitis con afán artístico de las pintadas. «Estoy de acuerdo en que son demasiadas –asintió–. Las pintadas en contenedores y fachadas privadas no son otra cosa que vandalismo. Y el problema es que, por legislación, el Ayuntamiento no puede actuar y limpiar las propiedades privadas».
La diferencia es fundamental a la hora de pedir responsabilidades: si el inmueble es de titularidad pública, supone una infracción administrativa que puede tener una sanción entre 100 y 600 euros; pero si es privada, es el propietario quien debe reclamar al causante la reparación del daño causado y dejar la pared o puerta como se encontraba antes de la pintada. Claro, en la mayoría de los casos resulta imposible saber quién es el autor.
Ante el avance de la cultura urbana entre la juventud, vinculada a la moda, a la vestimenta y a modos de expresión como el grafiti, el Ayuntamiento busca responder con algún cauce a esas inquietudes. «Juventud está trabajando para crear algún festival de arte urbano», explica Domínguez.
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