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Hace veinte años y algunos meses, Pilar Muro planteó en una reunión de la Asociación del Casco Antiguo de Arnedo la posibilidad de hacer alguna actividad que potenciara los almuerzos típicos de primavera que comparten los arnedanos. Siempre enfocada en realizar acciones que promocionen la ciudad, la directiva de la asociación encontró en la mañana del Jueves Santo, vacía de agenda, la fecha idónea para una nueva iniciativa en la ciudad. En 2005 celebró su primera edición asando y repartiendo 600 ajos. Dos décadas después, noventa voluntarios del Casco Antiguo asaron y repartieron a mediodía de ayer 9.500 ajos y 2.500 huevos entre las miles de personas que llenaron las calles de la ciudad del calzado.
«Estamos muy satisfechos de todo lo que ha ocurrido en estos veinte años: hemos cambiado un día en el que la gente se iba de Arnedo buscando otras actividades y lugares por una jornada en la que cientos de personas nos visitan y en la que todos los arnedanos nos quedamos haciendo pueblo», sonríe el presidente del Casco Antiguo, José María Martínez de Quel.
Porque algo tan humilde como el ajo convirtió este jueves la ciudad del calzado en un lugar de fiesta total, el 'chupinajo', como lo rebautizaron hace unos años los arnedanos. «Es el mejor día del año», sonreía un joven que iba al encuentro de la cuadrilla.
El lugar de reunión era la Puerta Munillo, donde desde las 09.00 horas ardía una hoguera que era avivada por 600 gavillas y tres remolques de cepas de vid. Un ejército de voluntarios uniformados de blanco apartaba las brasas, disponía los miles de ajos bajo ellas, también los huevos, calculaba el tiempo necesario, los retiraba, los limpiaba, enfundaba y llevaba a repartir ante la fila de personas que esperaba su regalo dulce para el paladar. «La mitad de los voluntarios, chavales de 20 a 22 años», agradecía Martínez de Quel, a la par que el patrocinio de Ayuntamiento y Gobierno de La Rioja.
Esos jóvenes aprendían de quienes llevan veinte años preparando este multitudinario almuerzo. Otros arnedanos enseñaban a los que por primera vez probaban los ajos asados a cómo pelarlos y llevarlos al paladar elevándolos por encima del rostro. Incluso una familia se lo enseñaba a sus invitadas de Australia.
La soleada mañana animó el ambiente. Al igual que las canciones tradicionales de la Ronda El Emboque, que hicieron bailar y cantar a los cientos de personas que almorzaban ajos sobre las alargadas mesas dispuestas en la calle Juan Carlos I. Un pinchadiscos les tomó el relevo hasta casi la hora del café, cuando terminó de repartirse y probarse el último ajo. La degustación había acabado, sí, pero a las cuadrillas les esperaban comidas, tardeo, música... Fiesta total.
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Estíbaliz Espinosa | Logroño
Carmen Nevot | Logroño
Cristina Cándido y Álex Sánchez
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