La degustación de migas de pastor, hechas en el momento por la peña La Quincalla, agotó las 1.500 raciones repartidas en la plaza Nuestra Señora de Vico. :: E. P.

Un colofón festivo a lo grande

Marcadas por la favorable climatología, la última jornada contó con el 'lleno' en los variados actos programados

Ernesto Pascual

Lunes, 3 de octubre 2016, 09:56

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Los arnedanos despertaron al domingo entre la espada y la pared. Entre el anhelo del descanso tras seis días de celebración en las calles y la impotencia de que llegaba el final de las fiestas patronales en honor a San Cosme y San Damián 2016. ... Ante esa dicotomía, finalmente venció lo inexorable, el paso del reloj, la entonación del 'Pobre de mí' que con el anochecer despedía siete formidables jornadas de alegría y enorme ambiente en la ciudad del calzado.

Pero hasta que llegó la hora, los arnedanos y sus muchos invitados volvieron a lanzarse a la calle para disfrutar. Eso sí, en algunos casos salieron con disgusto. La noche había dejado la huella del vandalismo en dos escaparates de céntricos establecimientos apedreados y en varios portales. Pero había que seguir con la alegría: era el último día antes de asomarse a una larga espera.

La última suelta de reses bravas llenó el recorrido de encuentros de amigos, almuerzos y también carreras y recortes aplaudidos. Algún valiente se atrevió incluso con recorte doble ante dos animales.

El reto ante los astados continuó en el Arnedo Arena, que estuvo más animado sobre todo en el momento en el que se soltaron becerras para los muchos niños aficionados. Sin incidencias en ninguna de las citas, el ambiente taurino lo sacaba el Club Arnedano a la Huerta de La Baronesa, donde se celebró una animada tertulia con la presencia de Tomás Campuzano.

A la par, los gigantes y cabezudos tomaban las calles del centro, en un recorrido que atrajo a cientos de personas. Su paseo se detuvo en varios puntos para exhibiciones de bailes.

Las degustaciones renovaban fuerzas, como la de gordillas en la sede de la Tao, la de zurracapote en Amigos de Arnedo o la multitudinaria de migas de pastor de la peña La Quincalla. Por su parte, La Pionera repartía los últimos obsequios entre quienes escalaban el mayo.

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Con sol veraniego, las brasas alimentaban asados para comidas en cuadrillas y familias. Las aprovecharon con las perspectiva del final de las fiestas y en lunes. Porque, con el anochecer, llegaba lo inevitable. El reloj empujaba. Las peñas entonaban el 'Pobre de mí' y comenzó la cuenta atrás hacia las siguientes.

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