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Los pronósticos meteorológicos habían anunciado lluvias para la mañana de ayer en la localidad, con lo que los organizadores de la vigésimo segunda edición del Festival de la Alubia de Anguiano, la Asociación de Cultivadores de la Alubia de Anguiano y la Asociación Cultural Aidillo, ... no las tenían todas consigo a primeras horas de la matinal dominical, cuando los participantes en la marcha por una de las rutas entre hayedos arrancaban desde el centro del pueblo para patearse los montes cercanos.
Sin embargo, salvo varios momentos en que alguna que otra gota de lluvia amenazó con aguar la fiesta, la mañana transcurrió con buena temperatura y miles de personas deambulando por esta localidad, puerta del Alto Najerilla, comprando aquí, comiendo allá, pero sobre todo, disfrutando de lo lindo de los atractivos de este festival que ya se ha convertido en todo un clásico del mes de noviembre.
Distribuidos por la arteria principal anguianeja, salvo cuando sus danzadores rinden honores a la patrona en que la principal calle pasa a ser la Cuesta de los Danzadores, los puestos de venta de alubia roja local y de otros muchos productos artesanos, en buen número también producidos en la misma localidad, ofrecían a los visitantes la oportunidad de conocer dichos productos, probarlos y adquirirlos, recibiendo información de primera mano sobre sus cualidades por parte de los tenderos.
Además, los de la peña Los Zancos ofrecían sus bocadillos de chorizo recién condimentado a la sidra, con muy buena aceptación por cierto; los más pequeños disponían de un rincón donde aprender los secretos básicos de la alfarería, con la posibilidad de llevarse a casa el objeto elaborado; y pequeños y mayores tenían la ocasión de convertirse en jinetes por un buen rato y dar un paseo a lomos de un caballo por las laderas de los montes cercanos.
Como colofón y antes de poder disfrutar de los partidos de pelota a mano de profesionales por la tarde, vecinos y forasteros dieron cuenta de las 1.300 raciones de cocido a base de alubias, chorizo y tocino, acompañado de las guindillas encurtidas, el pan, el vino y la pera de Rincón de Soto como postre. Más de medio centenar de voluntarios se ocuparon de que todo estuviese en su punto y en punto.
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