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Después de las Navidades de 2023 cerró sus puertas la colegiata de San Miguel de Alfaro. Se ponía el buzo de obras para emprender una nueva batalla contra su mal endémico, las humedades que ascienden por sus muros, agrietan zócalos, desprenden cal y pinturas, y afectan a pilares y piezas de arte. En principio, la parroquia confiaba en abrir en medio año, aunque han pasado quince meses. Pero al fin tiene fecha para reencontrarse con los alfareños y con todos los que quieran visitarla: abrirá sus puertas el próximo Domingo de Ramos y será el punto de partida de la procesión de la Borriquilla.
Los trabajos van avanzados y ya muestran un templo de nuevo con todo su esplendor. Unos trabajos que se retrasaron en los primeros meses por complicaciones administrativas con la empresa adjudicataria de inicio. Finalmente, arrancaron en junio de 2024 con la unión temporal de empresas LV 10 Alfaro como ejecutora y con una inversión de 687.817,43 euros financiada con la subvención del Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana del Gobierno de España. EL proyecto proyecto y dirección de obra corre a cargo de la parroquia, en manos de Gaspar Aragón Oses.
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«La restauración de los zócalos del interior de la colegiata de San Miguel Arcángel se ajustó al presupuesto disponible, por lo que no se trataba de solucionar las causas primeras de la patología existente, sino intenta paliar sus principales consecuencias, dotando al interior del templo de una imagen y aspecto más cuidado en consonancia con sus necesidades y uso, así como respetar en la medida de los posible sus importantes valores histórico-artísticos», explica el arquitecto en la hoja parroquial especial que alcanzó su número mil el pasado domingo.
Para ello, la actuación apuesta por la continua ventilación de los zócalos con un revestimiento desmontable de madera, de modo que la humedad no quede encerrada, tenga por dónde salir y no escale por los muros. Además, el sistema instalado permite limpiar con un cepillado las sales de la humedad que surgen del interior a la superficie: «Tenemos ya ganas de abrirla», sonríe el párroco Carlos E. Venancio. «Hay que terminar de limpiar algunas cosas, ubicar los cuadros, restituir las estaciones de Vía Crucis y terminar de restaurar varias imágenes de santos».
Los trabajos comenzaron por el picado de mortero de revestimiento en las paredes, que presentaba pérdidas y desprendimientos. Oses describe que se aplicó uno nuevo y capas mediante un consolidante de la superficie y mortero compacto de altísima higroscopicidad y transpirabilidad de cal hidráulica natural y pura, antes de las dos manos de pintura de cal finales.
Y la principal actuación llegó a los zócalos y basas, que quedan abrazados por una estructura movible de madera de iroko, que permite su ventilación también por las hendiduras que la forman además de dejar una estética adecuada al templo. En la zona del coro, los zócalos exteriores son de madera de ipé, con el propósito de dotarlo de un mayor peso visual como basamento y un color más en consonancia con la sillería del interior, tal y como describe el arquitecto.
Agradecida por esta actuación, la parroquia sigue avanzando para convertir la antigua sacristía en sala de exposiciones del arte de la colegiata. Y en su mente persiste la idea de buscar los fondos para restaurar la fachada principal y crear un paseo bajo cubiertas y mirador.
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