Alfaro | Quema de los Judas

El fuego que aviva la libertad y la conciencia

La condena que le lanzó ese niño era el resumen perfecto de la Quema de los Judas, del sentido y simbología que guarda una tradición ancestral que cada Domingo de Resurrección recorre muchos pueblos riojanos y que en Alfaro se convierte en un día especial y único. En su fiesta de interés turístico regional que aspira a convertirse en nacional al mantener la costumbre de quemar lo malo para comenzar con nuevas y limpias oportunidades.

La treintena de conjuntos que poblaron desde el sábado las calles Tudela y Trasmuro sobrevivieron a las lluvias y al granizo que les castigaron. El plástico les protegió. Y la mañana de este domingo despertó soleada. Al fin. La Quema de los Judas iba a poder celebrarse con normalidad. Y con miles de personas en las calles.

Más judas quedaron colgados en distintos puntos de la localidad desde primera hora de la mañana, a los que la gente se acercó en procesión. Para los alfareños, un día de fiesta en cuadrilla que terminaría después con comidas con la tortilla como plato protagonista. Para cientos de visitantes, la curiosidad de admirar las obras de arte que los grupos de juderos realizan durante el año y que arden en segundos.

La quema comenzó por el centro de participación de mayores. Le dieron fuego a un Donald Trump de tres metros, que parecía que crecía en llamas al ritmo de sus aranceles. Se consumió tan rápido como sus devaneos.

La antorcha viajó a la sede de la Cruz Roja, donde dio buena cuenta de muñecos festivos. Regresó al centro de la ciudad, a la plaza Chica, donde el centro de participación de mayores dispuso la colección de judas bajo el lema 'El árbol de la vida'. Con relojes marcando el paso del tiempo, recrearon a mayores en distintos juegos infantiles, en recuerdos de la vida… El público aplaudió la maestría que han conseguido en la elaboración de los peleles. Y, en especial, al que se parecía a Francisco Fernández, el Resti, que ardió junto a la tienda que su familia regentó durante décadas.

Unos metros calle Araciel arriba, la Asociación Española Contra el Cáncer participó en la quema con un investigador en su laboratorio como una llamada a la conciencia para seguir ese camino en la lucha contra la enfermedad.

El fuego llegó a la calle Trasmuro, donde sus cuatro hacedoras rindieron homenaje a las tradiciones alfareñas: los roscos de San Blas, las culecas, las magdalenas... y hasta los propios judas. Las cigüeñas quedaron indultadas para mostrarse en la oficina de Turismo como emblema doble, por la fiesta y por el ave característica de la ciudad.

El colofón llegó en la calle Tudela. Mientras una Estatua de la Libertad tuerta custodiaba la plaza de España, sus judas tuvieron, como es habitual, un contenido de sátira política: comenzó la llamada a cuidar el planeta y a luchar contra las desigualdades entre norte y sur, a poner cordura entre tantos misiles, también los que lanzan las noticias falsas o la división entre quienes compartimos terruño. Todos pasaron por el fuego. Todos cumplieron con la tradición. Incluso la lluvia. Volvió tras arder el último.