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Con entusiasmo y alegría volvieron los alfareños a cruzar ayer el umbral de la colegiata de San Miguel de Alfaro. No podían atravesarlo desde las navidades de 2023, cuando sus puertas volvieron a cerrar, como casi dos décadas antes, para luchar, una vez más, contra el avance de las humedades desde su subsuelo hacia lo alto de sus paredes. Finalizada esta nueva intervención, los alfareños salieron ayer pronto a las calles para, antes de la procesión del Domingo de Ramos, avanzar por sus pasillos, capillas y nave central con una sonrisa. Y dando enhorabuenas por el resultado de una actuación que presenta el emblema alfareño con todo su esplendor, luz y riqueza arquitectónica y artística.
Atrás queda la anterior imagen que tenían de la colegiata, recorrida por «heridas», como calificó el arquitecto autor del proyecto, Gaspar Aragón Osés, a la huella de las sales que emergen de la humedad. Basas agrietadas, zócalos desgastados y desprendidos, el mortero de cal cayendo de las paredes y ensuciando los suelos. Siendo la misma, la colegiata de San Miguel luce ahora diferente, rejuvenecida, con una imagen y una estéticas acordes a su significado para la historia de la ciudad. Unos paneles con imágenes del antes y después subrayan esta intervención.
«Ojalá funcione y sea la definitiva», era la frase más repetida por los cientos de alfareños que regresaron al monumento nacional. Una fecha tan señalada para la liturgia cristiana como el Domingo de Ramos fue la elegida por la parroquia para este reencuentro con los vecinos, una vez recibidas las obras por el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana y la parroquia el pasado lunes.
En el recuerdo de todos, la anterior ocasión en la que permaneció cerrada, desde 2006 y con una inversión millonaria de 6 millones para su rehabilitación integral, desde las cubiertas hasta las basas. Y con las humedades como denominador común. Poco después de regresar al culto, tras la celebración en 2011 de la exposición La Rioja Tierra Abierta, el daño de las humedades volvió a ser visible.
«Cuando Patrimonio de la Comunidad Autónoma nos encarga el proyecto, nos dice que, ante los problemas de humedad, había que realizar la intervención de manera que permita la continua ventilación de los zócalos y que el revestimiento sea desmontable –subraya Osés, presente también ayer–. Si ventilas, la humedad desaparece. Además, puedes retirarlo para limpiar las sales que emerjan. Esa era la condición».
La solución es pionera: el diseño de estructuras con tiras de madera que se colocan ante las basas y, de una manera sencilla, pueden retirarse para limpiar los rastros de la humedad. «Hemos puesto unos paneles con rastreles que recuerdan a los cubrerradiadores de casa, como algún vecino me ha dicho, y que permiten respirar a las basas», describe el arquitecto.
Con 687.817,43 euros de inversión a cargo del Ministerio, los trabajos comenzaron en mayo del año pasado, después de unos problemas administrativos de la empresa adjudicataria inicial. Cinco meses detenidos, la UTE LV 10 Alfaro–UTE LIC–Vareser se hizo cargo de los trabajos, con necesidad de cuatro prórrogas para concluirlos.
El resultado estaba ayer al alcance de la vista de todos los alfareños y visitantes, que recorrían con admiración un templo con una belleza estética reforzada por esos zócalos de madera a lo largo de sus paredes, capillas, pilares y coro.
Y otra novedad, la imagen policromada de La Fe, de Mateo de Rubalcaba, bajada de la espadaña del coro al interior del baldaquino sobre el que se alza San Miguel. «Que nos dure así», fue el deseo de todos.
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