Desde el eje de las Cuatro Esquinas, cientos de personas colmaban la calle Tudela; a la derecha, una marea recorría la calle Mayor, que se estrenaba en la tradición; y la calle Losada recibía a cientos de pasos hacia la plaza de España, que también ... se sumaba a la fiesta. Miraras donde miraras, las calles de Alfaro estaban llenas en el mediodía de este domingo. «Parece el día del chupinazo», comentaba un vecino. Y su apreciación no se quedaba lejos: la ciudad de las cigüeñas disfrutó de un día de pleno ambiente festivo con una de sus tradiciones más seculares y arraigadas, la quema de los Judas en el Domingo de Resurrección. Como buena celebración, miles de invitados se sumaron.
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Declarada fiesta de interés turístico regional desde 2005, la quema de los Judas es uno de los grandes momentos de atracción de visitantes para la ciudad. Consciente de ello, y buscando darle un nuevo impulso tras dos años sin poder celebrarla, el Ayuntamiento y los grupos de voluntarios introdujeron la novedad de exponer los peleles convertidos en satíricas obras de arte desde el sábado. Esa tarde y noche, el público abarrotó las calles para ver con calma las propuestas. Y, por ende, terrazas y bares imprimiendo un ambiente festivo al sábado. Quizá esa afluencia restara visitantes en el mediodía de hoy, para la quema, pudo pensar alguien. Todo lo contrario. Sea por las ganas de recuperar momentos y vivencias arrebatados por la pandemia, sea por la soleada mañana y, sobre todo, sea por la calidad de los judas elaborados por los voluntarios, Alfaro bullió de un ambiente espléndido en cada rincón.
Los que no los habían recorrido la víspera, desfilaron ante los 111 judas salpicados de sátira de este año para atender cada detalle, sus mensajes irónicos, las muchas horas de trabajo que hay detrás de ellos. El centro de participación activa se sumó a la tradición con varios judas en su hogar y en la calle Mayor; los vecinos de Trasmuro continuaron el paso por el fuego con una ácida mirada a las clases sociales; y como gran eje, la galería de los horrores de la calle Tudela. Su grupo de voluntarios convirtió la calle en un museo de obras de arte para pasar por el fuego a tantos personajes de la vida pública que merecen purificación -hasta Isabel Díaz Ayuso se hizo eco de su judas arengando la bandera de la libertad con jarras de cerveza-. Con un guiño a la paz en Ucrania, ardió también el virus.
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