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La colegiata de San Miguel, el emblema de Alfaro declarado monumento nacional en 1976, vuelve a abrir sus puertas. Tras catorce meses cerrada para frenar y contener el avance de la humedad endémica por sus muros, se reencontrará con los alfareños este Domingo de Ramos con motivo de la procesión de Borriquilla, la primera que encamina hacia la celebración de la Semana Santa.
Y se reencontrará con los halagos. Como los que mereció en el mediodía de este lunes, en la visita que cursaron autoridades nacionales y locales al templo en la jornada en la que se recibieron los trabajos de restauración de sus zócalos interiores, que han supuesto una inversión de 671.997,63 euros, financiados por el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana del Gobierno de España, con cargo a los créditos del Programa de Rehabilitación Arquitectónica, que gestiona la Dirección General de Agenda Urbana y Arquitectura.
Fueron agasajos dedicados por representantes del Ministerio, de la delegada del Gobierno en La Rioja, Beatriz Arraiz, y del Ayuntamiento alfareño, con la alcaldesa Yolanda Preciado a la cabeza. Porque San Miguel emerge tras estos trabajos con todo su esplendor, luminosa, ingente, llena de riqueza patrimonial e histórica. Los recibieron los sacerdotes Carlos V. Esteban y Juan José Fuentes y, sobre todo, el arquitecto redactor del proyecto y director de la obra, Gaspar Aragón Osés. «Era una obra compleja a la que tenía mucho miedo, porque no encontraba referencia en ningún otro templo de esta apuesta por colocar unas basas y zócalos desmontables y que permiten la continua ventilación», explicó.
Así, todos los zócalos del enorme templo están cubiertos con franjas de distintas maderas con aplicación de tratamiento hidrófugo que permiten su continúa ventilación, de modo que la humedad que surge del suelo pueda salir de las paredes. Sin escalar hacia arriba y afectando a los morteros y a los muros. Además, esos montajes pueden extraerse y permitir la limpieza con un cepillado de las sales que salen a superficie por efecto de la humedad. «Estamos muy satisfechos con el resultado», sonrió Aragón. «Los zócalos se mimetizan completamente con el resto del templo», aplaudió la alcaldesa alfareña. «Sois pioneros con esta actuación», felicitó la delegada del Gobierno en La Rioja.
Sobre los zócalos, tras retirar el mortero anterior que se encontraba en muy mal estado, los trabajos aplicaron un revestimiento en varias fases y capas, entre 2 y 10 centímetros. Su transpirabilidad de cal hidráulica natural pura muestra unas paredes con todo el lustre.
Con estos trabajos finalizados, la parroquia y la Diócesis ya están pensando en continuar con actuaciones en el templo. Por un lado, mirando hacia arriba: plantean a las consejerías de Cultura y Medio Ambiente del Gobierno riojano que realicen un estudio de las cubiertas y de la situación del centenar de nidos de cigüeñas. El objetivo, evitar que supongan una caída de nidos ubicados en las esquinas o que dañen el tejado y provoquen roturas y humedades al interior. De cara a fines turísticos, aspiran a encontrar alrededor de 300.000 euros para restaurar la fachada exterior de las humedades y acondicionar un paseo bajo las bóvedas y un mirador en la torre norte.
Antes, la colegiata vuelve a la actividad: en las tardes de hoy y mañana recibirá a los pasos de Semana Santa que guarda la ermita de San Roque y que preparará el sábado para acoger la celebración del Domingo de Ramos.
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