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Ignorantes (suponemos) de que un buen puñado de ojos humanos las observaban, una pareja de cigüeñas crocotaban en su hogar sobre las tejas de San Miguel de Alfaro. Estiraban sus cuellos, el cierzo hacía bailar sus alas y plumas y se llevaba su eco ... en el soleado, pero frío, mediodía dominical.
Fieles al lugar que seguramente les vio nacer, fieles al calendario, fieles a su instinto, cientos de zancudas ya han regresado a la ciudad riojabajeña del viaje que cada final de verano emprenden buscando bien climas menos fríos, bien la experiencia iniciática de llegar a África. Y convertidas en uno de los emblemas que les distinguen, los alfareños celebran ese reencuentro alrededor de San Blas con la celebración del Día de la Cigüeña.
Interrumpidos sus festejos en los dos años anteriores por las limitaciones y recomendaciones de la pandemia, cientos de vecinos y visitantes han disfrutado durante este fin de semana, especialmente en el mediodía de este domingo, de las propuestas del programa lanzado por el Ayuntamiento en colaboración con la hostelería y varias asociaciones.
Frente al hogar para cientos de ellas, frente a la Colegiata de San Miguel, una larga mesa se extendía bajo los soportales de la plaza de España. Sobre ella, a lo largo de 30 metros, se extendía un rosco gigante. De los tradicionales en Alfaro y en varias localidades de la zona por San Blas, por su vinculación con el cuidado de la garganta. Su bendición y reparto era el punto de salida para la jornada a las 12 en punto del mediodía.
«Bendecir es bien decir –introdujo el sacerdote Juan José Fuentes–. Y bendecimos por los que lo han hecho, para que Alfaro hable bien de nosotros, para que nos preocupemos por los demás y hagamos un lugar mejor». Junto a él, el alcalde, Julián Jiménez Velilla, agradeció la labor de algunos de esos que hacen un Alfaro mejor, los voluntarios de las asociaciones. Las de Mujeres de Alfaro y Amas de Casa de Alfaro se encargaron de repartir el rosco troceado. Quizá por coincidir con otras actividades, quizá porque los dos años sin celebrarla han hecho que algunos no la recordaran, acudió menos gente de la habitual al reparto. La mayoría pudo repetir. Eso sí, se agotó.
Con decenas de familias compartiendo al sol el almuerzo, los más pequeños saludaron y se divirtieron con 'Miguelita', la cigüeña gigante con la que el Ayuntamiento promueve su atractivo. Antes, el taller infantil de manualidades agotó sus plazas en el Centro de Interpretación de los Sotos para elaborar sus propias zancudas con materiales reciclados.
A unos metros, otros voluntarios, los de Amigos de San Miguel ofrecían un par de visitas guiadas a decenas de visitantes y vecinos para mostrar cada capilla, cada historia, cada detalle del monumento nacional y emblema alfareño. Era un lugar de obligada visita en una fecha como esta, como también la reserva natural de los Sotos del Ebro.
Tras el rosco, muchos tras un pincho en los bares, que los elaboraron inspirados en las zancudas, un puñado de visitantes ascendían y se asomaban a los 3.000 metros cuadrados de cubierta de San Miguel. Una pareja de cigüeñas crocotaba.
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