Son las seis de la tarde. Aún camina el sol sobre el cielo de Alfaro y la tranquilidad por el paseo La Florida. A los minutos, comienza a descender, a atardecer. En ese momento, como jirones de humo, varios grupos de estorninos comienzan a ... aparecer en el horizonte. Se acercan a su morada nocturna.
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Cada atardecer de este invierno, y como en anteriores, las miradas de los muchos que transitan por el parque se alzan al cielo. Sobre la amplia y popular zona verde en el corazón de la localidad, cientos (o miles) de estorninos forman vertiginosas figuras con sus vuelos, nubes negras cambiantes cada segundo, casi hipnóticas. Y montan un estruendo incómodo para los vecinos. Y dejan un rastro de suciedad en el parque, en calles y edificios.
Tras una jornada alimentándose en los campos, encuentran su refugio al atardecer en los altos árboles de La Florida. Una colección que ya ha mostrado su mala salud con varias caídas de ramas y de árboles completos en los últimos meses. Un parque sobre el que el Ayuntamiento tiene la vista puesta. «Hemos pedido un presupuesto para hacer el estudio, a ser posible en este año, de todos los árboles de la ciudad, no sólo de La Florida, sino también del cementerio y otras zonas del municipio», explica la edil de Hacienda, Agricultura y Medio Ambiente, Guadalupe López.
Con esto se da el primer paso de una solución que, como todo en la administración, requerirá un largo proceso, tiempo e inversión. «Necesitamos un estudio, después un proyecto sobre cómo organizar La Florida y una inversión grande... no es de hoy para mañana y hay que pensar muy bien qué queremos hacer», subraya. El estudio tendrá que ir acompañado de informes de Medio Natural, de SOS Rioja, Carreteras, etc. y su autorización...
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Ante los avisos de fuertes vientos en este invierno, y vistos los antecedentes, la Policía Local ha precintado en varias ocasiones el paso. «Se están cayendo ramas de los altos, pero se están partiendo y rompiendo más los árboles pequeños que están en la parte baja del paseo. El enraizamiento es superficial», describe López sobre la situación.
Cada invierno, el Ayuntamiento es consciente de las molestias que ocasionan los estorninos, una colonia que ha ido a más. Una imagen representativa es cómo sus excrementos están ensuciando la fachada del recién reformado antiguo colegio José Elorza. Día tras día, por mucho que pasen los operarios y máquinas de limpieza, las aceras y calzada de avenida Burgo Viejo y el propio paseo sufren la lluvia de sus excrementos. Al poco de pasar y dejarlo limpio, vuelve a cubrirlos. El olor es nauseabundo. «Más allá de cómo afecta a la imagen y a la limpieza, veo el problema en el cuidado de la sanidad en una zona con niños jugando, que pueden tocar los excrementos y llevarlo a la boca», indica la edil.
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Desde hace años, el Ayuntamiento tiene un sistema sonoro disuasorio, que imita el graznido de aves rapaces. Sí, cuando suena alzan vuelo y se alejan ligeramente. Pero al poco regresan. «Oyen el ruido, se salen todos del árbol, pululan por el entorno y, al cesar el ruido, todos regresan al árbol –se resigna López–. No es la solución porque se han acostumbrado... y, además, molesta a los vecinos de la zona».
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