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Hubo un brevísimo instante, casi imperceptible, en el que se hizo un silencio en Alfaro. Fue la milésima de segundo que transitó entre la ansiosa espera de los alfareños y su estallido colectivo en colorida y feliz algarabía al saberse ya en fiestas. Al ... sentirse bailando, cantando y abrazando las celebraciones patronales por San Roque y San Ezequiel.
Todas las actividades disfrutadas en los fines de semana previos tenían el 14 de agosto como destino. Todos los encuentros de cuadrillas, los almuerzos desde primera hora de la mañana, todos los pasos tenían un lugar y una hora por dirección: la plaza de España a las 12.00.
Con un paisaje en blanco y rojo, las cuadrillas se apostaron en bares y cuartos para compartir almuerzos que darían fuerzas para una exigente jornada de alegría en la calle. Fueron momentos de encuentros: el 14 de agosto es ese día en el que todos los alfareños, residan donde residan, hacen por estar en su pueblo, con sus amigos de siempre, en sus fiestas. Y los almuerzos fueron ese primer espacio para celebrar juntos
A medida que menguaban los platos, los nervios aumentaban. Las miradas al reloj se hicieron más habituales. Se apuraron tragos y todos se encaminaron a la plaza de España. Se acercaban las 12.00 y la imagen bajo las torres de la colegiata de San Miguel se iba haciendo más espectacular, trepidante y feliz: miles de personas se reunían para compartir el inicio de unas fiestas con un chupinazo único y especial.
Y se asomó a la balconada el concejal de Festejos, el siempre animoso Alberto Martínez. «Divertíos, invertid en salud, pasadlo bien siempre con respeto. ¡Por unas fiestas inigualables!», arengó entre vivas a los patronos con un coro que retumbaba. Él, la alcaldesa Yolanda Preciado y el pregonero de estas fiestas 2023, el jefe de la Agrupación de Voluntarios de Protección Civil, Javier González Ramos, prendieron la mecha. La plaza botaba, saltaba, vibraba en un mar de personas sonrientes. Y transcurrió esa centésima de expectación, de emoción, del corazón a mil que separó el deseo de «¡Felices fiestas!» y el ascenso del cohete por los cielos. Esa milésima de segundo contenida antes de su estallido. Antes de que miles de personas lo compartieran con sus gargantas, con sus brazos en alto, con sus piernas en baile. Comenzarán siete días de alegría sin condiciones en las calles de Alfaro.
Y fueron el escenario para el primer día, una jornada que no necesita más actos que la alegría de alfareños y visitantes. Cientos siguieron el ritmo de las charangas La Veleta y Makoki por las calles, con los jóvenes en primera fila dándolo todo. Otros optaron por las fiestas en los bares y pubes. Los jóvenes más veteranos apostaron por brindar en las terrazas. Pero todos en común, el deseo de disfrutar.
De vivir las fiestas sin fin en la calle, Alberto Martínez ha entrado al Ayuntamiento como concejal de Festejos. Él fue el encargado del momento único de lanzar el chupinazo. Instantes después, estaba dándolo todo en la charanga. Como siempre.
– ¿Qué ha recorrido su cuerpo durante esos instantes?
– Es muy difícil explicarlo con palabras. Las emociones han hervido con toda la plaza llena. Me he sentido un alfareño de pro, querer más a Alfaro que a mi propia vida. Es increíble lo que este pueblo puede llegar a aglomerar un 14 de agosto de ilusión, de felicidad, de cantar y bailar, desde mayores a pequeños, con los bares y las terrazas llenas... Ha sido el momento de más felicidad en mi vida junto al día en que me casé.
– Calle, amigos, encuentros... ¿Cómo son las fiestas?
– Las fiestas son para vivirlas de lleno en la calle, a 'full', como dicen los chavales que he entrenado. Son invertir en salud en los jóvenes, llegar a todos los actos en las cuadrillas, intentar estar con todo el mundo en la calle, tenga la edad que tenga. Los alfareños acogemos a todo el mundo con los brazos abiertos.
– ¿Cómo van a ser el resto de días?
– Hay actividades para todos los públicos y edades. Vamos a intentar llegar a todo. Tenemos una feria taurina de plaza de primera, unos gigantes y cabezudos que levantan a los niños, padres y abuelos, las degustaciones y, sobre todo, la calle de Alfaro. Los sanfermines riojanos son San Roque y San Ezequiel.
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