La revolución de las niñas

Aunque aún les quedan deberes y exámenes hasta entonces, ya empiezan a escudriñar las vacaciones estivales. Ya hacen planes de diversión, chapuzones en la piscina... Y recuerdan lo que les pasó el verano pasado. «Teníamos ganas, queríamos... pero no pudimos jugar», cuenta Amaia.

Ya mostraron su contradicción el pasado verano. Algunos de sus familiares expresaron la queja al grupo de gobierno. También a través del Club Baloncesto Alfaro, donde defienden su color verde durante la temporada de Juegos Deportivos en el equipo alevín femenino Aema. Cuando comenzaron a quejarse, la madre de Adriana les animó a movilizarse, a defender con actitud y acción su pasión. «Vivimos tiempos en los que todo el mundo se queja en la barra del bar, mucha protesta pero nadie actúa. Todo se queda en palabras –reflexiona Burgo Pereda–. Les invitamos a que lo pelearan. Pero que lo pelearan ellas por su cuenta».

Dicho y hecho. «Desde el mismo día en que mi madre imprimió las copias para las firmas, las llevé al pabellón, se lo conté a mis compañeras y empezamos a recoger firmas, primero, de los entrenadores. Después, hicimos más copias, las repartimos entre las jugadoras del equipo y comenzamos a pedir apoyo», relata Adriana. «Y hoy las traemos al Ayuntamiento», sonríe Amaia.

En estos tiempos en los que la protesta, la indignación o las sugerencias se las lleva el viento o las redes sociales, estas niñas han dado una lección de compromiso, inquietud y afán por defender lo suyo. «Lo primero que sentimos fue sorpresa al ver que unas niñas tenían esta iniciativa. Y sientes mucho orgullo, porque ves que el baloncesto les engancha», cuenta uno de sus entrenadores, Álvaro Segura. «Ha sido emocionante ver que la iniciativa ha partido de ellas, que ellas han movido las hojas por todo el pueblo y las han presentado. A la edad que tienen, es de agradecer que se muevan con una iniciativa con la que buscan hacer un deporte que les gusta juntas después de la piscina o el fin de semana cuando van con sus familias al polideportivo», valora su otra entrenadora, Mónica Arnau.

Las amigas aprovecharon hasta el último momento para pedir firmas y completar las quince hojas que habían preparado. «Pedimos que nos pongan canastas y pista en el poli», explicaba Marta a una vecina. «Pero eso no es una petición... ¡eso es una obligación! Tenéis derecho», afirmaba mientras estampaba su firma.

Al entrar al Ayuntamiento se toparon con el alcalde, Julián Jiménez Velilla. «En el polideportivo hay dos pistas de fútbol sala, pero de baloncesto no hay ninguna. Hay canastas, pero viejas y sin colocar. Pedimos que nos dejen al menos media cancha para jugar», le explicó Amaia. «Que piensen también algo en el baloncesto», apuntó Elena.

Con una sonrisa ante la ilusión de las niñas, el alcalde les explicó que el Ayuntamiento ha encargado la compra de unas canastas retráctiles para colocarlas en el polideportivo. Pero que aún están por llegar. De hecho, una modificación presupuestaria incorporó en el pleno del 21 de noviembre 13.800 euros desde el remanente de Tesorería para la compra de estas canastas. Las niñas le escucharon e insistieron en que necesitan un lugar para disfrutar de su deporte favorito durante las vacaciones.

Le explicaron lo mismo al funcionario de la oficina de atención al ciudadano que registró las firmas. «¿Hace cuánto que no venían vecinos con firmas para reclamar algo?», preguntó el periodista. Se quedó pensando. Miró a las niñas. «Mucho... hace mucho tiempo», respondió.