La tienda. Azucena Ortega, en el mostrador del comercio al que ha dedicado casi por completo los últimos veinte años de su vida. ALBO

Un adiós que deja buen sabor de boca

Santo Domingo. La tienda de golosinas y comestibles Jan-Pry cerrará sus puertas este mes tras 28 años de vida

Javier Albo

Santo Domingo

Sábado, 25 de septiembre 2021, 02:00

Jan-Pry, la popular tienda de 'chuches' de Santo Domingo de la Calzada, apura sus últimos días antes de su cierre definitivo, el próximo día 1 de octubre. Atrás quedarán 28 años en los que ha formado parte y endulzado la vida de generaciones de ... calceatenses. Su actual titular, Azucena Ortega, ha decidido bajar la persiana, tomarse un respiro y dar otro giro a su vida, después de dos décadas al pie del cañón de un negocio que abre los 365 días del año.

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El comercio fue gestionado los primeros años por César Octavio Morete, con el que empezó la idea de la familia Janda-Prior (apellidos de cuyas tres primeras letras viene el nombre de Jan-Pry), de descongestionar el quiosco de prensa –cuenta Ricardo Janda– y separar de él la venta de golosinas, helados y demás, para expender solo periódicos, revistas, La Primitiva y quinielas.

Así comenzó su andadura Jan-Pry, que ocupa el acceso que antiguamente hubo desde la plaza de Hermosilla a la zona de huertas que era la calle Madrid y adyacentes. Durante muchos años, las golosinas compartieron local, aunque separados por una mampara, con las máquinas recreativas. En aquellos años se estilaba 'Final fight', 'Mortal Kombat', 'Pac Man', 'Sega Rally', 'Street fighter' y muchas otras en las que los niños y jóvenes calceatenses se dejaban la paga de los domingos.

El negocio mantuvo las máquinas recreativas hasta 2011 al menos, aunque ya pocos niños se dejaban la paga en ellas

En el 2001 tomó las riendas del local Azucena, con la que durante los seis primeros trabajó su cuñada Araceli Solórzano.

La nueva titular dio un giro al negocio con la introducción de productos riojanos y ecológicos de calidad. De esta forma, intentó compensar esa otra parte de la actividad que, poco a poco, se iba apagando por el auge de la tecnología digital 'doméstica'. «Los tres últimos años las máquinas estaban pasando el rato», dice para definir la escasa actividad que prologó el final de los recreativos, allá por el año 2011. «Fue una de las últimas salas de juegos que quedaban en La Rioja», recuerda.

Es otro hito de un negocio que, en sus mejores tiempos, llegó a abrir hasta las tres de la tarde, cuando el colegio Menesiano dejó de dar clases mañana y tarde, ya que a última hora mandaban a los internos a hacer el pedido. O cuando el local era un hervidero de gente a la hora del recreo del instituto, hasta que la nueva ley educativa prohibió a los alumnos, salvo a los de Bachiller, salir del recinto escolar.

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Son algunos ejemplos más de cómo las fuentes de ingresos iban menguando, por un compendio de circunstancias y una competencia ante la que poco puede hacer una pequeña tienda.

«Ha sido mucho cambio en muy pocos años», dice Azucena Ortega acerca de la irrupción de las nuevas formas de compra

«Tengo un recorrido de veinte años en los que he visto muy bien cómo ha ido evolucionando el pequeño comercio», afirma Azucena. Desde el otro lado de la cristalera ha visto pasar el tiempo y, con él, los nuevos hábitos que la han obligado a reinventarse con frecuencia. «Ha sido mucho cambio en pocos años», dice de unas formas de compra que, por rápidas, han cogido al pequeño comercio con el pie cambiado. El progreso es un arma de doble filo.

Ha durado 20 años, a golpe de mucho trabajo y de una clientela «muy buena y fiel», especialmente la local. «Comemos todos los días, no solo en verano, Semana Santa y La Inmaculada. El día a día está aquí en el pueblo», dice.

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En esta antesala final de la tienda se mezcla en ella un cúmulo agridulce de sensaciones. Le da pena, sí. «Me gustaría que siguiera abierto y funcionando», dice de su negocio. «Está en un sitio inmejorable y muy céntrico. Si por aquí fuera no pasa gente es porque no hay gente en toda la ciudad», indica. Pero por otra parte necesita un cambio, «otro ritmo de vida», porque el negocio la reclamaba todos los días. «Un no parar», afirma. No esconde que en esa balanza pesa más lo positivo, lo que la espera al otro lado del cierre: más tiempo para ella.

Para muchos en la localidad Jan-Pry ha sido mucho más que una tienda de golosinas; también un activo centro colaborador con infinidad de actividades e iniciativas que se han desarrollado en la ciudad. El buen sabor de boca lo dejan, no las 'chuches' a granel que ahora liquida a bajo precio, sino sobre todo, sus gestores. Jan-Pry es historia en pequeño.

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