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Juan José y Javier junto a sus padres, Marisol e Ildefonso. E. G. M.
Adiós a 150 años del bar Pura
Bobadilla

Adiós a 150 años del bar Pura

La familia Lejárraga acaba de echar la persiana del local y pone fin a una trayectoria de varias generaciones de hosteleros

Sábado, 1 de febrero 2025, 19:49

En la carretera que conduce a las 7 Villas, al final del pequeño pueblo de Bobadilla, existía un restaurante conocido por vecinos, turistas, pescadores y, en general, por todos los amantes de la buena comida. Un establecimiento que abrió por primera vez hace 150 años y que el pasado diciembre cerró sus puertas para siempre, tras haber servido los mejores manjares de la gastronomía riojana.

Se trata del bar Pura. Su nombre se lo puso la abuela de Ildefonso, cuando lo abrió encima de las cuadras de caballos. Siglo y medio más tarde, él es el patriarca de una familia a la que, tras tres generaciones, no le ha quedado otro remedio que poner punto final a la tradición hostelera. «Mi mujer Marisol, que es el alma del bar, ha sufrido problemas de salud y esto no funciona sin ella, así que el pasado diciembre decidimos cerrar», cuenta este hombre, conocido como Maña.

Después de haber visto como sus padres no se iban de vacaciones en los casi 40 años en los que han llevado el Pura, los hijos tienen claro que la hostelería no es para ellos. «Es muy esclava, y el pueblo también ha bajado mucho», dicen Juanjo y Javier, los dos últimos representantes de la familia Lejárraga. Alquilarlo tampoco es una opción, pues Marisol e Ildefonso viven encima del bar y no pueden hacerse a la idea de que lo lleven otros.

El Pura abría todos los días y siempre servía un menú cerrado, cocinado con productos cultivados por la propia familia

El cierre del Pura supone la desaparición de esos pequeños negocios que daban una identidad a nuestros pueblos. Por él, a lo largo de las últimas décadas, pasaron personalidades como Lorenzo Milá, Manuel Fraga o el actor Juan José Ballesta. Pero lo que de verdad le dio éxito fue la confianza de muchos trabajadores, especialmente de Baños de Río Tobía, que cada día iban a degustar el menú habitual.

«Todos los días abríamos y servíamos un menú cerrado, de dos platos, que íbamos rotando», sostiene Marisol, que ha pasado su vida entre fogones. Su comida tradicional, muy valorada, siempre estuvo elaborada con productos que ellos mismos producían (la alubia roja era la especialidad). Nunca faltaban en la mesa las chuletillas al sarmiento, las patatas con chorizo, la casquería o la trucha del Najerilla.

Los patriarcas, a la mesa con una cuadrilla de clientes habituales. L.R.

Precisamente, los concursos que se celebraban en el río comarcal para capturar este pez le dieron al Pura sus días de mayor éxito. «Todos los años venían al pueblo cientos de extranjeros a las competiciones de pesca, incluso bajábamos cerca del Najerilla y cocinábamos allí», detalla Ildefonso. «Recuerdo que una vez vino el instructor del rey Carlos III de Inglaterra», añade.

Ahora, tras miles de anécdotas entre sus acogedoras paredes, el Pura, que se mantendrá intacto, quedará como símbolo de la época de esplendor de nuestras zonas rurales, aquejadas del doloroso paso del tiempo.

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