Javier Albo
Domingo, 5 de marzo 2017, 01:23
Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que la matanza del cerdo era sinónimo de fiesta: lo era para los propietarios del animal, que se aseguraban así muchas viandas para un largo periodo de tiempo o pingües beneficios con su venta; lo era para ... el vecindario, al que siempre le tocaba algo, aunque fuera un vaso de vino, y, por supuesto, no lo era para el cochino, especie que arrastra la maldición de gustar de él hasta los andares y tener un mínimo desperdicio, lo que hace que siempre le llegue su San Martín, aunque sea en marzo, como ayer en Valgañón.
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La villa lleva nueve años recordando la matanza a través de las jornadas que organiza el Ayuntamiento. Son, de alguna manera, la 'moviola' de aquellos tiempos y se realizan, en un marco económico-social totalmente distinto, a la manera de antaño. Tras el sacrificio, nunca público, se procede al 'charruscado' del animal, que es como se llama por estos pagos al proceso de envolverlo en helechos y quemar la piel. Después se limpia y se pesa, algo que suele precederse de alguna porra sin premio. Los que manejaron ayer la balanza romana convinieron en decir 110 kilos, aunque alguno de los asistentes no quedaron convencidos.
El programa continúa hoy con el despiece del cerdo, a las 10.30 horas; juegos tradicionales desde el mediodía, con pasacalles de gaiteros y dulzaineros; a las 12.30 horas habrá una degustación de choricillo y, para dejar mejor sabor de boca aún, otra a las 14 horas, de garbanzos con huesos de cerdo. También habrá un mercado matinal de productos artesanos. La fiesta continúa.
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