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Pablo José Pérez
Miércoles, 17 de agosto 2016, 12:16
Se llama Carmen Martín Rubio y durante el pasado fin de semana, fiestas de Santa Áurea, ha sido Cachibirria, alcaldesa de fiestas, la primera mujer en la historia de Villavelayo que accede a ese puesto
Se trata de un cargo honorífico «que ha estado en ... manos de los hombres toda la vida. Era una tradición» cuenta Carmen. Hasta que este año, en la asociación cultural 'El Cachón', se dieron cuenta que no había hombres jóvenes nacidos en Villavelayo hace 20 años. Por esa razón, y para que no se perdiera la tradición, propusieron que todas las mozas y mozos que este año cumplieran los 20 años de edad pudieran optar a portar el bastón de mando y, en caso de empate, se sorteará al candidato por el método de la moneda al aire. El cambio se propuso al Ayuntamiento y éste aceptó. La cuestión es que no había nadie en esas condiciones y quien se acercaba más era esta joven, de 22 años, descendiente de velayos y residente en vacaciones, fiestas y fines de semana. Y es que Carmen reside en Logroño, aunque durante el tiempo de estudios ha estado yendo y viniendo de San Sebastián, donde acaba de lograr la licenciatura en Psicología.
Carmen aceptó emocionada ser la cachibirria, aunque según se iba acercando la fecha de la fiesta, prevista para los días 12 al 14 de agosto «me fueron entrando los nervios, aunque la gente del pueblo me ha ayudado mucho. Por eso solo puedo estar agradecida y emocionada». Y es que no era para menos, Al Cachibirrio le compete el pregón de las fiestas, portar la vara y realizar un baile el sábado En Villavelayo es una historia que viene de lejos, que se sustenta en una leyenda del siglo XV que narra la rebelión de un joven ante la pretensión del señor feudal de que cada vecino le entregara tres ovejas. Él solo tenía tres y las tuvo que entregar, pero al llegar las fiestas de Santa Áurea fue nombrado alcalde y en ese momento negó la autoridad del señor feudal. Éste, para presionarle, le obligó a bailar hasta que diera orden al gaitero de detener la música. Pero cayó agotado el gaitero y el joven continuaba bailando y al darse la vuelta para saludar a sus convecinos le dio la espalda al señor que ordenó que fuera ahorcado por faltarle el respeto.
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