Satur, alpargatera

84 años, manos rápidas, cabeza aún más. Saturnina Peláez, historia viva de un oficio que ojalá no se pierda nunca

Miguel Martínez Nafarrate

Martes, 26 de enero 2016, 21:24

Satur tiene 84 años y su cabeza funciona fina como un motor de inyección. Pero aún sorprende más verle trabajar con las manos. Ahí es cuando entra el turbo. Movimientos firmes, enérgicos. La aguja se clava en el esparto una y otra vez con ... puntadas precisas, casi milimétricas. Ahora la puntera, ahora los lados. Ahora une el tomo con el talón y acaba con el remate de pasadas allí donde los dedos juguetean con el tejido en un territorio en el que se ordenan mojo, carreras y cerradura.

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Ha encendido la chimenea y calienta el cuerpo en la bajera de su casa donde uno se abre paso a través de una puerta en dos mitades. La parte de arriba está abierta. No está mal ver quién pasa por allí, ofrecer el saludo y ver el tempero. La parte de abajo se vuelve porque es enero y tampoco hay que juguetear con las corrientes, especialmente cuando se pasan horas y horas cosiendo alpargatas.

La vida de Satur ha tenido de todo, bueno, regular y malo, pero siempre adornado por mucho trabajo. De Cervera, 'su' Cervera, a Madrid y de la capital, a Bilbao. En ambas urbes sirvió en casas. A orillas de la ría llegaron marido e hijas. Lo mejor es que ella misma te lo cuenta y además lo cuenta en verso. Ha creado la enciclopedia de su vida y la narra sin una chuleta donde leer, de memoria, de carrerilla, a renglones llenos de musicalidad. Que nadie le tosa Madrid ni Bilbao, pero 'su' Cervera... Ay su Cervera...

Su mente ha construido las estrofas entre pasadas de hilo y así, a ese compás, ha memorizado horas de composiciones que hablan unas veces de ella y otras de Cervera del Río Alhama hasta el punto de dejar las alpargatas a un lado y convertirse en la estrella principal de esta enternecedora entrevista que partió con una idea y derivó en otra.

Manantial de sabiduría, Satur sigue y sigue un discurso impecable. Esta veterana alpargatera trabaja a la vista de unos cuantos pares de ojos hipnotizados por esas manos y a la luz de un Alhama que dice Satur se esconde por Cervera con cándida timidez para darnos sus mejores frutos más allá. Manos robustas y acaloradas como las aguas de la Albotea por el esfuerzo de las puntadas, como el de cientos, miles, de alpargateras de la zona que siguen dando el toque manual y amoroso a una actividad que mantiene viva su esencia y ha derivado en objeto de culto, no sólo por el buen gusto, sino porque resiste el paso del tiempo a base de ingenio y nuevas creaciones. Por ese toque de innovación de nuevo cuño que ha vuelto a despertar el interés por un artículo de hondas raíces en un entorno, aunque a Satur, que es alguien en este negociado, insista que donde estén unas alpargatas con lazos, que se quite todo lo demás.

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