La novillera María del Mar Santos triunfa con el toreo de más verdad

santo domingo. María del Mar Santos hizo así con el capote, se quedó más tiesa que una vela con la pañosa en la mano y les dio una auténtica lección de torería a todos sus compañeros de cartel, desde el hermano de Jesulín (no le adiviné más méritos) a Damián Castaño (hermano de Javier, que ayer toreó en Madrid) o a Sánchez Vara, al que no le conozco hermano torero alguno. Éste último es un esforzado matador de la Alcarria que se encontró con un excelente novillo de Carlos Lumbreras al que se empeñó en un indulto propagandístico pero con el que dio un sainete de destoreo, ventajismo y estajanovismo muleteril. No se puede torear más desaforado a un astado más bueno y noble. Pero vayamos a lo mollar, a lo mejor de una tarde marcada por dos novillos del riojano Carlos Lumbreras, el mentado segundo, y el quinto. Éste sí, bravo de verdad, humillador y con ese compás necesario para torear bien. Y además tuvo la suerte de caer en las manos de la novillera extremeña de San Jorge de Alor, que tuvo esa dignidad torera para asentar los talones y quedarse en el sitio con el fin de torear reunida, hasta el final y ligar.

Lo hizo con el capote, donde sopló un lance por el derecho de mucha majestad, y después en la muleta, especialmente por el pitón izquierdo en dos series muy sentidas al natural, con el vuelo en la cara y sin las ventajas técnicas del resto de toreros que la habían precedido. Le dijo Curro Romero a Cristina Sánchez cuando le dio la alternativa en Nimes que el toreo es acariciar al toro, pues eso, exactamente eso es lo que hizo María del Mar Santos, que aunque sólo cortó una oreja (al igual que Janeiro y Vara) dejó en la portátil de Santo Domingo el aroma de una torería en un desierto habitado por diestros rutinarios, incluido en novillero Fernando Flores, que estuvo muy desdibujado.

La seriedad de la tarde la pusieron los astados riojanos de Carlos Lumbreras y la pasión de una jovencita que sueña con la gloria.