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Pío García
Jueves, 11 de septiembre 2014, 10:46
Los autores de la serie La Rioja de cabo a rabo llegamos a Villar de Torre el pasado lunes, 1 de septiembre. Entramos a las once de la mañana y nos fuimos hacia la una de la tarde. Hicimos lo de siempre: recorrimos el pueblo ... a fondo, anotamos lo que nos pareció más curioso y hablamos con la gente que nos encontramos. El reportaje salió publicado el sábado 6 de septiembre con el título A orillas del Tuerto y en compañía de otros dos pueblos cercanos: Cañas y Canillas.
El reportaje ha traído cola. Sucedió que aquel día nos encontramos con un vecino que nos reprendió agriamente por haber llegado al pueblo sin avisar al alcalde y sin pedirle permiso. El altercado no pasó a mayores, pero el fotógrafo y yo nos quedamos a cuadros. Nos resultó una anécdota más simpática que dolorosa y con ese tono lo relaté en el artículo, en el que desgrané la conversación tal cual fue. Tenemos incluso una fotografía de aquel momento de tensión surrealista, aunque no la publicamos por no echar leña al fuego.
El texto, según me indican, ha sentado mal en Villar de Torre. El pasado martes tuve una conversación amistosa con Javier del Pozo, concejal del municipio, a quien agradezco su llamada y sus argumentos. Me transmitió el malestar del pueblo por dos razones fundamentales: haber centrado el artículo en mi encontronazo con aquel vecino; y haber escrito una serie de tópicos (como el de las señoras en bata) que a su entender afean la imagen de la localidad. Quisiera explicar mi punto de vista. Vamos por partes:
1. Cuando nosotros nos presentamos en un pueblo, lo hacemos sin avisar a nadie. Queremos mostrar lo que se encuentra una persona que visita ese lugar un día laborable. Se trata, en fin, de sorprender in fraganti la vida cotidiana. Llevamos siempre una mirada de cariño, aunque eso no quita que narremos con la mayor exactitud posible lo que nos encontramos por ahí, sobre todo (y aquí interviene el oficio periodístico) si lo que encontramos resulta curioso, extraño, simpático o sorprendente. Por eso relaté, entre otras cosas, la anécdota que nos pasó en Villar de Torre. Debo decir que todos los lectores con los que he hablado se tomaron el suceso como lo que fue (un encontronazo gracioso) y que ninguno llegó al extremo de pensar que todos los vecinos de Villar de Torre son así o que el pueblo entero resulta inhóspito y poco hospitalario. ¡En absoluto! La gente sabe de sobra que en todos los municipios hay gente amable y desagradable; gente que invita a merendar y gente que ni siquiera devuelve el saludo. Dar con unos o con otros es simple cuestión de suerte.
Sin embargo, me pongo en el lado de los vecinos y entiendo su malestar. Les hubiera gustado aparecer de otra manera. Javier se queja de que el texto da mala imagen. Lo dice, además, porque acababan de organizar, con gran esfuerzo, algunas iniciativas culturales, como el festival de la patata brava, y unos buenos partidos de pelota de los que dimos generosa cuenta en el periódico. Javier insiste en que seguro que hubiéramos encontrado gente más simpática si hubiésemos seguido buscando. Es verdad. De hecho, la encontramos. Pero además de describir el lugar, de apuntar sus curiosidades constructivas y de mencionar las fiestas y la afición por la pelota, creí que debía relatar esa anécdota por bizarra, sorprendente e incluso graciosa. Aún lo creo. Lamento, eso sí, no haber tenido más espacio para narrar otras conversaciones e incluso para detenerme un poquito más en las bellezas del municipio. Me quedé con ganas de evocar la frontera entre las tierras de cultivo y el monte, de describir cómo el amarillo del cereal choca con el verde del bosque, e incluso del camino (con una pinta extraordinaria) que arranca en el municipio, abandona los trigales, se adentra en la espesura y acaba en el monasterio de Suso. Por eso me apetece aprovechar estas líneas para mencionarlo.
2. Javier me indica que en el pueblo tampoco ha caído bien la referencia costumbrista con la que arranca el artículo. Aquí, sin embargo, no estoy en absoluto de acuerdo. Quiero recordarla textualmente:
Todavía se ven niños en la plaza, apurando las últimas horas de sus vacaciones, pero apenas quedan ya veraneantes. La vida de los pueblos, tan hinchada en agosto, vuelve poco a poco a su tamaño real: hay tractores resoplando, agricultores que van y vienen, señoras en bata que hacen la comida y jubilados con chaqueta que dan paseos entre los campos de cereal y de patata
Como ven, no me refería exactamente a Villar de Torre, sino a 160 de los 174 pueblos riojanos. Por desgracia, cuando llegan los primeros días de septiembre, los niños y los veraneantes se van y todo vuelve a su cauce, como un río chico que durante unos días se hubiese desbordado. Javier cree que la mención a las señoras con bata es un tópico indignante. No hay duda de que es un tópico, pero un tópico verdadero. En este recorrido por La Rioja (no solo en Villar de Torre), Justo Rodríguez y yo nos hemos encontrado con decenas de señoras en bata y jubilados con chaqueta. Por fortuna, añado yo. Siento que algunos lectores hayan creído ver intención peyorativa en esta expresión, porque está escrita con cariño y devoción. Todos tenemos o hemos tenido abuelas, madres o tías que encajan como un guante en esa descripción. Para mí, ahí reside, tanto como en las cenas en las bodegas o en las huertas apetitosas, el encanto de los pueblos riojanos. El día en que uno se pasee por Villar de Torre (o por Santa Coloma o por Cornago o por Lumbreras) y, en lugar de ver agricultores con viseras de John Deere o señoras en bata, solo se encuentre señores peripuestos con audis, tablets y pinganillos en las orejas, ese día los pueblos riojanos habrán perdido buena parte de su encanto.
En fin. Lamento profundamente que algunos vecinos se hayan sentido molestos por el artículo. No era desde luego nuestra intención. Como símbolo de amistad, solo se me ocurre ofrecerles estas magníficas fotografías de Justo Rodríguez. Algunas fueron tomadas aquel día y otras son anteriores. Quizá sirvan para que algunos de nuestros lectores se animen a visitar Villar de Torre.
(*) Este fin de semana, continúa la serie La Rioja de cabo a rabo, patrocinada por Bankia. El sábado 13 recorreremos Manzanares, Villarejo y Cirueña y el domingo 14 acabaremos en Hervías y Bañares.
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