¿Valvanera ha dicho basta, escribía un villaverdino? Podría ser un milagro. Y llevar razón. Pero tampoco me extrañaría mucho. Si algunos escriben de la melancolía sin saber lo que sucede allí ni conocer las pequeñas y grandes miserias, yo podría contar que Valvanera está ... un poco harta de lanzallamas y bomberos de quita y pon coyunturales con ganas de proyección personal. Por aquí abundan y no perecisamente para construir ni edficiar.

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Tener fe es una bendición porque con ello has solucionado una gran parte de los problemas que tiene el ser humano con su pretendido sentido del más allá y de la trascendencia. La fe es una cuestión de libertad religiosa y nunca jamás un sentimiento contrario de descalificación. La religiosidad tiene un contexto y un respeto hacia quienes no profesan tu misma religión. Pero las religiones políticas de nuevo cuño han pretendido reclamar la verdad y la exclusividad de las buenas supuestas intenciones. Y no vale.

Con Valvanera se han podido equivocar algunos. ¿Nostalgia? Mejor se informan primero y opinan después. Lógico que algunos se encrespen cuando otros confunden sus experiencias con la realidad para hacernos creer que es única y verdadera.

Hemos visto algunos personajes que predican una doctrina política, comparten hábitos y ejercen, como mucho de recaudadores de impuestos medievales, hasta ser capaces de apostar por la desaparición de la orden benedictina de Valvanera como si pretendieran quedarse con la exclusividad del cuento del parque temático. Si no fuera así, no serían comprensibles algunos comportamientos. Tres veces, tres, que sepamos, podrían habernos dejado sin los benedicitinos en Valvanera. Por falta de medios económicos no es hoy; por falta de vocaciones, tampoco parece que vaya a serlo aunque hayan marginado el monasterio. Y menos, seguro, por religiosidad e influencia en el territorio y más allá de las fronteras.

Valvanera no camina sola. Está en el corazón de los riojanos mucho antes de que ningún obispo, político o abad decidiera sobre el pasado, presente o futuro de la abadía. La falta de vocaciones es hoy un grave problema de supervivencia. Pero Valvanera no es una nostalgia, es un sentimiento vivo hasta de los que no tienen fe, de los que no creen pero sienten la tierra como algo propio y aman las tradiciones de las personas que viven alrededor y conviven con ella. No hay que revolver miserias que tendrían que explicar algunos personajes de Montserrat. Pero vamos a recordar aquí algunas palabras que llegó a pronunciar uno de ellos: "Un día tendremos que pedir perdón por todo el daño que hemos hecho a Valvanera".

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Desde el predicamento religioso, político e histórico, Valvanera va a seguir ahí. No han podido los subterfugios y ninguneos. Y ahora mucho menos si lo que quieren es que nuestros benedictinos se agoten por la edad, por la necesidad o porque como decía uno, "La religiosidad, el espítiru monástico, se acaba en los Pancrudos".

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