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«Usted y su vecino, sea quien sea, se diferencian solo en el 0,1% de su genoma por muy distinto que pueda ser su aspecto externo. Son 3 millones de letras que nos hacen afortunadamente diferentes», apunta el genetista Lluís Montoliu. Es un porcentaje ... muy pequeño del ADN, pero son muchas letras químicas. Por eso el científico español cree que no habría que hablar de un genoma humano de referencia para todo el mundo. «Tendríamos que hablar de genomas de referencia, en plural», dice el investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC).
En 2001 se pensaba que, una vez leída nuestra secuencia de ADN, iba a ser relativamente sencillo dar con soluciones a muchos problemas. La experiencia ha demostrado que el genoma es algo mucho más complicado que lo que parecía. Es un libro de instrucciones en el que unos y otros genes se pueden activar y desactivar como consecuencia de factores ambientales, la dieta, la edad... y también de compensaciones internas dentro del propio genoma.
Una variación genética habitual, por ejemplo, en España puede ser aquí algo inocuo y, sin embargo, resultar perjudicial en las islas británicas. Porque el genoma funciona como un todo y aquí, explica Montoliu, esa variación debida a cualquier factor puede haber sido contrapesada con otra en otra región del genoma que neutraliza sus efectos nocivos y que en las islas británicas no se da. Si eso lo extendemos a todo el planeta, es fácil comprender por qué no puede haber solo un genoma de referencia.
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