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Hace algo más de 20 años, la vida de Karin dio un vuelco. Esta mujer sueca que por entonces no había llegado a la treintena sufrió un accidente agrícola que le hizo perder la mano derecha. Desde entonces soportó un dolor insufrible habitual en los ... casos en que los médicos se ven obligados a amputar alguna extremidad. Se llama dolor en el 'miembro fantasma'. «Me sentía como si estuviera constantemente metiendo la mano en una picadora de carne, lo que me creaba mucho estrés y me obligaba a tomar muchos analgésicos», explica. Dos décadas después, su vida ha vuelto a cambiar. Pero esta vez para bien. Gracias a una revolucionaria mano biónica, Karin puede hoy realizar el 80% de los movimientos normales y apenas sufre dolores. «Me ha dado una vida mejor», reconoce hoy esta mujer sueca que actualmente tiene 50 años y lleva tres con Mia, que así se llama el artilugio.
«El proceso comenzó en diciembre de 2018», cuenta el profesor mexicano Max Ortiz-Catalán, jefe de investigación de prótesis neurales del Bionics Institute de Australia y fundador del Centre for Bionics and Pain Research (CBPR) de Suecia, que publica su estudio este miércoles en la revista 'Science Robotics'. «Las prótesis habituales tienen un encaje -una especie de manguito hecho a medida que se ajusta al extremo del muñón- que presiona el muñón y produce dolor. Nosotros implantamos una pieza de titanio dentro del hueso que se integra en el cuerpo. Es la primera vez que se hace por debajo del codo», explica. Es lo que se llama osteointegración. Esta técnica, que lleva utilizándose en implantes dentales desde los años sesenta del siglo pasado y en prótesis desde hace dos décadas, no solo evita los dolores mencionados y permite llevar la mano todo el día con comodidad. También posibilita la conexión eléctrica con el sistema nervioso a través de electrodos implantados en nervios y músculos. «La novedad es que ahora incorporan la conexión nerviosa, tienen una especie de puerto USB para conectarse al sistema nervioso», explica Ortiz. En otras palabras, han logrado que obedezca a Karin.
«Colocamos un microprocesador con Inteligencia Artificial al que entrenamos para que entendiera lo que quería el cerebro de Karin y a su vez transmitiera a este lo que percibía en sus dedos», asegura el experto. Para ello, también se reorganizaron los nervios y músculos del muñón para que proporcionaran más información a Mia. «Al combinar la osteointegración con la cirugía reconstructiva, los electrodos implantados y la inteligencia artificial, podemos restaurar la función humana de una manera sin precedentes», añade el profesor Rickard Brånemark, que fue el encargado de la cirugía.
Otra de las claves del proyecto es la reducción del dolor. La clave aquí es que se reutilizan las partes del cerebro que habían quedado sin uso por la amputación. Esto es lo que reduce en gran medida el dolor del miembro fantasma. «Karin ahora utiliza para controlar la prótesis los mismos recursos neuronales que utilizó para su mano biológica perdida».
La implantación de Mia en el cuerpo de Karin fue progresiva. Comenzaron con una versión más ligera para que fuera acostumbrándose y tras seis meses, se le implantó la versión definitiva, la que ha cambiado su vida. Sufre menos dolor, coge objetos con sorprendente precisión y la puede llevar todo el día y quitársela por la noche sin sentir molestias. «Nos estamos acercando cada vez más al santo grial del reemplazo biónico: una prótesis precisa con control intuitivo, simultáneo y sin esfuerzo», subrayan sus creadores. ¿Se podría hacer también con una pierna, por ejemplo? «Los estamos investigando. Esperamos poder conseguirlo en dos años», responde el profesor Ortiz.
Cuando este periódico contactó hace dos días para este reportaje con el profesor Max Ortiz, este se encontraba de viaje en Ucrania. Estará toda esta semana en el país para ayudar a los amputados por la guerra. Según datos del Wall Street Journal, su número oscila entre los 20.000 y los 50.000, una cifra desconocida desde la Primera Guerra Mundial. «Trabajamos con realidad virtual para paliar el dolor del miembro fantasma. Hemos ayudado a una docena de pacientes. No les ponemos prótesis, sino que a través de pantallas les hacemos ver que tienen de nuevo ese miembro amputado. No se sabe exactamente por qué se produce el dolor fantasma, pero al restablecer la conexión con la parte del cerebro que lo manejaba, se reduce el dolor», explica. Es su segunda visita. «Vine hace un par de meses para analizar la situación e implementar unos tratamientos. Ahora estoy haciendo un seguimiento y ayudando a otras clínicas».
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