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Recuerda al sonido de un taconeo suave, o al 'pop' de las palomitas de maíz, pero en realidad es el grito de socorro que emiten las plantas cuando están estresadas. Lo hacen a un volumen comparable al de una conversación humana normal, pero la frecuencia ... de estos ruidos es tan alta que son inaudibles para los oídos humanos. En cambio, algunos animales (como insectos, ratones y murciélagos) y, posiblemente, otras plantas, puede que sí los escuchen. Así lo afirma un estudio publicado este jueves por investigadores de la Universidad de Tel Aviv, publicado en la revista 'Cell'.
«Incluso en un campo tranquilo hay sonidos que no oímos y que contienen información», afirma Lilach Hadany, bióloga evolutiva y teórica de la Universidad de Tel Aviv. «Las plantas interactúan con insectos y otros animales todo el tiempo, y muchos de estos organismos utilizan el sonido para comunicarse, por lo que sería muy poco óptimo para las plantas no utilizar el sonido en absoluto». Si bien ya se habían registrado vibraciones ultrasónicas en plantas, la pregunta que faltaba por responder era: ¿estas vibraciones se convierten en ondas sonoras en el aire? Es decir, sonidos que se pueden grabar a distancia. Este estudio confirma que sí.
Para comprobarlo, los investigadores utilizaron micrófonos ultrasónicos capaces de grabar sonidos a frecuencias de entre 20-250 kilohercios (la frecuencia máxima detectada por un adulto humano es de unos 16 kilohercios) colocados a una distancia de unos 10 cm de cada planta. Antes de grabar sus sonidos, las plantas se sometieron a distintas condiciones. «Algunas no se habían regado durante cinco días, a otras se les cortó el tallo y otras no se tocaron. Nuestra intención era probar si los vegetales emiten sonidos y si estos ruidos se ven afectados, de alguna manera, por la condición en la que estas se encuentran», cuenta Hadany.
Primero hicieron el experimento en un sótano insonorizado y, más tarde, lo repitieron en un invernadero más ruidoso. Tras obtener las grabaciones, los investigadores entrenaron un algoritmo de aprendizaje automático para diferenciar entre las plantas con y sin estrés. «Los resultados indicaron que las plantas de nuestro experimento emitieron sonidos a frecuencias de 40-80 kilohercios. Las plantas sin estrés emitían, de media, menos de un sonido por hora, mientras que estresadas (deshidratadas, dañadas o enfermas), emitían docenas de sonidos cada hora (entre 30 y 50 chasquidos por hora a intervalos aparentemente aleatorios)», recuerda la investigadora israelí.
El estudio se centró, principalmente, en las especies de tomate y tabaco, pero también se registraron ruidos en otras como trigo, maíz, cactus y ortigas. De hecho, comprobaron que los sonidos emitidos por las plantas leñosas, como el almendro o la vid, son mucho menos apreciables. Un dato curioso que encontraron es que las plantas estresadas por la falta de agua empezaron a emitir ruidos antes de estar visiblemente deshidratadas, y la frecuencia de los sonidos alcanzó su máximo tras 5 días sin agua. Después, el ruido disminuyó a medida que estas se secaban por completo.
Además, los científicos han descubierto que cada planta y cada tipo de estrés está asociado con un sonido específico. Por ejemplo, los sonidos causados por el estrés relacionado con la deshidratación no son iguales a los que genera el estrés por lesión. Asimismo, cada planta tiene su propio registro sonoro. El mecanismo exacto de estos ruidos no está claro, pero los investigadores sugieren que podría deberse a la formación y rotura de burbujas de aire en el sistema vascular de la planta, un proceso llamado cavitación.
Tampoco está claro si las plantas producen estos sonidos para comunicarse con otros organismos, pero el hecho de que existan tiene grandes implicaciones ecológicas y evolutivas, y abre una oportunidad nueva para la agricultura de utilizar estas grabaciones para monitorizar las plantas y conocer su estado sin necesitad de tocarlas. «Es posible que otros organismos hayan evolucionado para oír y responder a estos sonidos, destaca Hadany. Por ejemplo, una polilla que vaya a poner huevos o un animal que pretenda comerse una determinada planta podrían utilizar los sonidos de estas para orientar su decisión». Esta hipótesis no ha sido verificada, pero los investigadores de este estudio lo están investigando. La siguiente pregunta que deberán responder es: Si las plantas emiten sonidos, ¿quién las escucha?
En 2019, otro equipo de científicos, también liderado por la bióloga Lilach Hadany, demostró que las flores elevan la concentración de azúcares en su néctar al 'escuchar' los sonidos que emiten los polinizadores. Igualmente, otros estudios han demostrado que las plantas cambian su expresión genética en respuesta a los sonidos. «Si otras plantas tienen información sobre el estrés que están sufriendo sus vecinas antes de que se produzca realmente, podrían prepararse», sugiere Hadany.
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