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MIKEL CASAL
Desmitificando a los insectos: solo el 3% de las especies son dañinas para el ser humano
Ciencia | Entomología

Desmitificando a los insectos: solo el 3% de las especies son dañinas para el ser humano

Solo una pequeña parte, menos del 3% de las especies, causa daños a los humanos mientras el resto es una fuente de alimento y algunos se han usado incluso con fines bélicos

mauricio-josé schwarz

Domingo, 22 de enero 2023, 01:28

Cuando se habla de insectos y sus parientes, y su relación con el ser humano, lo primero que pensamos es en los seres molestos y dañinos bichos pese a que se calcula que solo entre el 1 y el 3% de todas las especies conocidas lo son. Los insectos forman aproximadamente el 80% de todas las especies del planeta y su biomasa da cuenta de la mitad de todas las células animales de la Tierra, unas 33 veces la masa que formamos 8.000 millones de seres humanos.

Cuando se habla del futuro, generalmente se ve a estos seres como una posible fuente de proteínas, cosa que a algunas personas les produce una profunda repugnancia pese a que pueden comer con verdadero gusto a los parientes marinos de los insectos: gambas, langostinos, bogavantes y cangrejos.

Aunque se comen en el mundo más de mil especies de larvas, escarabajos, saltamontes, cigarras y otros, no es necesario llevárselos a la boca completos, pues suelen molerse y usarse como aditivos de harina y en otras formas.

Pero los insectos y sus parientes (arañas, escorpiones, ciempiés y milpiés)… los artrópodos de tierra, con sus exoesqueletos de quitina y las patas articuladas que les dan nombre, son mucho más, y no solo en número, sino en su potencial para del ser humano.

Empezando por usos bélicos, por cierto. Uno de los primeros ejemplos de esto fue la forma en que el rey persa Barsamia se defendió con éxito de las legiones romanas que atacaban su ciudad de Hatra: fabricando vasijas de barro que se rellenaron de letales escorpiones y, probablemente, unos escarabajos de la familia de los estafilínidos que al ser molestados liberan una sustancia tóxica que provoca daños a los tejidos de la piel humana, la pederina.

Un uso más elaborado fue el que hizo Mitrídates VI, rey del Ponto, que para combatir también a los romanos utilizó la miel producida por abejas que se alimentaban del néctar de rododendros, plantas hermosas pero que contienen potentes sustancias que atacan el sistema nervioso y se transmiten a su miel, las grayanotoxinas. Mitrídates ordenó dejar atrás vasijas con esta miel en las retiradas de su ejército. Tras consumirlas, los legionarios romanos sufrían intensos malestares y alucinaciones que los volvían blanco fácil de los soldados del rey.

El uso de insectos en la guerra hoy está prohibido por la Convención de Ginebra sobre Armas Biológicas, así que los ejércitos se tienen que conformar con armas inspiradas en los insectos, como la famosa abeja robótica, RoboBee, diminuto dispositivo del tamaño de una moneda de diez céntimos de euro, que podría usarse en labores de espionaje.

Usos más amables

Una forma muy directa de aprovechar a los insectos es usar sus propias habilidades naturales. Un buen ejemplo son los criadores de abejas y abejorros que en distintas épocas llevan sus colmenas en camiones hasta campos de cultivo donde las distribuyen estratégicamente y, sin necesidad de ninguna acción adicional, polinizarán los cultivos. Decenas de cultivos dependen de la polinización realizada por distintas variedades abejas, y esta no siempre ocurre bucólicamente de modo digamos 'natural'.

En España, por ejemplo, es frecuente contratar servicios de polinización con apicultores viajantes para cultivos tales como los almendros, los manzanos y otros frutales, melones, arándanos, sandías, varios cultivos de invernadero y en la producción de semillas.

Otra industria entomológica que utiliza insectos vivos es la de control de plagas, donde se utilizan insectos depredadores o parásitos de otros que son dañinos para los cultivos (e incluso para parques, jardines, bosques y zonas verdes urbanas), a fin de proteger estos de una manera ecológicamente sana. Esto solo se puede lograr sobre bases científicas muy sólidas en cuanto a las interacciones de las especies, los hábitats en los que pueden sobrevivir y prosperar, y el estudio genético que permita tener poblaciones de insectos protectores debidamente agresivos y viable, que se producen en enormes fábricas de insectos.

En fábricas similares se crían y esterilizan diversas especies como la mosca mediterránea de la fruta, la mosca del barrenador del ganado, la tse-tsé y el gorgojo del algodón. Todas estas especies comparten la característica de que las hembras solo se aparean una vez en la vida. Este sistema implica producir machos que resulten 'atractivos' a las hembras, esterilizarlos mediante radiación y luego liberarlos donde hay infestaciones. Las hembras que se aparean con ellos ponen huevos estériles, impidiéndose así la proliferación de la especie.

Donde resulta normal el consumo de un producto de los insectos como es la miel, o el aprovechamiento de su cera, lo es menos pensar en el veneno de abejas como antiinflamatorio y ayudante en trastornos autoinmunes, utilizar larvas de moscas para desbridar heridas y quemaduras o aprovechar las mandíbulas de hormigas guerreras o carpinteras para cerrar cortes o incisiones.

Desde hace siglos se utilizan productos de insectos como la goma laca, secreción de la cochinilla de la laca (Kerria lacca) del sudeste asiático, como colorante y material para muchos productos, desde los primeros discos gramofónicos hasta peines, barnices y tintas, que luego serían en parte sustituidos por los plásticos, hasta la apreciada seda. Uno de esos productos es la indeleble tinta ferrogálica, gracias a la cual se conservan los manuscritos medievales que nos asombran y educan sobre esa época. Su principal componente, los ácidos tánicos, proviene de las llamadas 'agallas', tumores que desarrolla el roble por la infestación de ciertas avispas. Además, muchos tintes rojos que utilizamos comúnmente siguen proviniendo de insectos como la cochinilla, aunque progresivamente van siendo sustituidos por alternativas sintéticas.

Para algunos expertos, los insectos son el recurso natural menos atendido por el ser humano. Las sustancias producidas por los millones de especies de este animal (de las cuales apenas se ha descrito un millón), su comportamiento, sus formas de relacionarse con el mundo, guardan enormes promesas para la industria, la medicina, la comprensión y conservación del medio ambiente y el mundo tecnológico que aprende de ellos para mejorar nuestros artilugios electrónicos.

Quizás todo esto sea buen motivo para mirar con otros ojos, más amables, los ojos compuestos de los animales que realmente dominan este planeta.

Temos a los insectos

Algunos especialistas en evolución consideran que nuestra aversión a los insectos y sus parientes evolucionó como respuesta a las pocas especies que son realmente peligrosas, incluso mortales, como arañas, escorpiones y otros bichos venenosos. En cuyo caso sería un ejemplo clarísimo de cuando pagan millones y millones de justos por un puñado de pecadores.

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