Secciones
Servicios
Destacamos
La Antártida es uno de los enclaves más inhóspitos del planeta, si no el que más. En pleno invierno, con una oscuridad casi completa, los termómetros se desploman hasta los 25 grados negativos en la costa y en torno a los 60 en el interior. ... Pero esto no ha sucedido este pasado mes de julio. En plena estación fría en el hemisferio sur, el continente helado ha sufrido una ola de calor que ha situado los termómetros hasta 10 grados por encima de la media. En algunos puntos incluso se alcanzaron picos de 28 grados sobre los valores habituales. Esta parte del planeta alberga las mayores reservas de hielo del mundo. Su derretimiento en verano tiene consecuencias directas en la subida del nivel del mar a escala global, lo que a su vez provoca desplazamientos de población por el avance de las aguas, fenómenos climáticos extremos y una creciente falta de acceso a alimentos para millones de personas.
La explicación de esta repentina subida de temperaturas es la ruptura del vórtice polar sur. Los vórtices polares son grandes áreas de baja presión y aire frío situados sobre ambos polos que se debilitan en verano y se intensifican en invierno. Más estable que el del norte, cuando el vórtice antártico se altera, ocurren estas olas de calor, aproximadamente una vez cada dos décadas. «Es un evento muy inusual», asegura Thomas Bracegirdle, subdirector científico del equipo de Atmósfera, Hielo y Clima del British Antarctic Survey. De fondo está también El Niño, un fenómeno atmosférico que provoca el calentamiento de las aguas del Pacífico a intervalos de entre tres y siete años, y sube las temperaturas a nivel global -su opuesto es La Niña, que produce justo el efecto contrario-.
«En la Antártida, por lo general, este tipo de calentamiento en el invierno y que continúa durante los meses de verano puede provocar el colapso de las capas de hielo», asegura Michael Dukes, director de pronósticos de la empresa meteorológica británica MetDesk, a The Guardian. «Este es un gran ejemplo de que los efectos del cambio climático antropogénico -causado por el ser humano- se produciría en las regiones polares», añade. Según los datos de Organización Meteorológica Mundial (OMM), perteneciente a la ONU, la extensión de las masas de hielo de la Antártida cayeron a mínimos el año pasado, con una superficie máxima al final del invierno de 1 millón de kilómetros cuadrados por debajo del récord del año anterior, equivalente al tamaño de Francia y Alemania juntas. Mirando algo más atrás, se calcula que la Antártida perdió un 280% más de hielo en las décadas de 2000 y 2010 que en las de 1980 y 1990.
Esta inusual ola de calor en el continente helado ya fue detectada hace dos años, cuando los valores fueron hasta 39 grados superiores a los esperados. En concreto, en una base de investigación francoitaliana se alcanzaron los -10 grados el 18 de marzo cuando lo habitual son los 58 grados negativos. Entonces, la capa helada derretida tuvo una superficie similar a la de Roma. Antes, el 6 de febrero de 2020, se alcanzó la mayor temperatura registrada en el continente con 18,3 grados, superando así el anterior récord de 17,5.
El calentamiento contínuo del agua por el cambio climático provoca que esta se dilate. La combinación de este factor con la fusión de los glaciares y esta del hielo antártico hizo que en 2023 la altura de las aguas llegara a máximos desde que comenzaron los registros satelitales en 1993. Las consecuencias, desplazamientos masivos de población, sequías, inundaciones, pérdida de la biodiversidad e inseguridad alimentaria. De acuerdo a la OMM, la cantidad de personas que padecen inseguridad alimentaria aguda en el mundo pasó de 149 millones antes de la pandemia de covid a 333 millones el año pasado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.